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Este es mi lugar:
yo soy de esa madera,
espíritu vertido en cenizas
que caen, gota a gota,
sobre el musgo brillante
de la tundra del Ampay.
Soy el alma errante
que perdió su suelo
para vivir lejos del aire que respira;
soy el viento
que no encuentra cabida
en esta selva de concreto y de hierro.
Los años han labrado ya
parte de mi cauce,
y mi piel es un surco abierto
en las laderas del viejo Yutubamba.
No me voy de allí,
porque mi corazón se estremece
al borde de las colinas,
y mis venas laten con ellas.
No quiero irme,
porque duelen las raíces
cuando mudas al árbol.
Estoy atrapado…
pero no quiero partir.
En ese espacio
donde el vértigo no existe,
hallo la paz y el encanto
que sólo aquel chinky sabe:
lo hermoso que es ver
el sol radiante de la mañana,
el agua fresca del arroyo,
el pasto tibio de la tarde.
Estoy aquí… y no lo estoy.
Me voy… pero no me voy.
Lo dual vive en mí,
pero mi esencia está en ti,
mi Ampay eterno.
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