LAS FUERZAS QUE MUEVEN AL MUNDO IV – EL PODER

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Reinicio

¿Qué tan importante es el Poder?

El poder, esa enigmática fuerza que despierta ambiciones y pasiones, esa necesidad de estar en lo más alto, de tener relevancia, es una adicción sin drogas, semejante a la que tienen quienes están enganchados a la codicia y al sexo.

Quien busca ejercer el poder debería estar motivado por la empatía y buenos principios morales, tener voluntad de servicio, orientado a la búsqueda de equidad y de justicia, a velar por el interés público.

En el Perú, a juzgar por la cantidad de autoridades en prisión, o que están siendo investigadas o juzgadas, cabe preguntarse: ¿Cuantos líderes realmente, se basan en sanas motivaciones?

Pareciera ser que, los objetivos están dirigidos a conseguir riqueza y satisfacer anhelos de admiración. La mayor parte de quienes acceden al poder, antes que servir, se sirven del poder, doblan la vara de la justicia, la equidad les interesa un pepino y buscan su beneficio personal.

La historia nos ha mostrado que el poder induce a muchos a ciertos niveles de paranoia, o será que la paranoia los induce a conseguir el poder. Lo cierto es que, un cambio de personalidad perturba a los dirigentes empoderados, aun a los más favorecidos por la inteligencia, que se dejan atrapar por la ficticia realidad de su particular visión, y quieren imponer su verdad, tanto como su poder se lo permite, redibujando la realidad a su visión monocromática.

¿Cuántos presidentes, ministros, gobernadores y alcaldes han caído?, y funcionarios y asesores, entre ellos, muchos tontos que solo fueron utilizados.

La vox populi dice —solo los tontos caen, los vivos nunca—, de ser cierto, hay muchos que mereciendo estar en la sombra, circulan libremente y buscando volver a apoderarse del poder.

Las evidencias llevan a creer que el objetivo fundamental de los ambiciosos de poder es enriquecerse, de la manera que sea. Por ello, venden propiedades y se endeudan para hacer campaña, creyendo que van a recuperar su inversión con creces.

Se hace cierta la sentencia del finado político colombiano Carlos Gaviria Diaz, «El que paga para llegar, llega para robar».

Cuando el poder, en si mismo, pasa a ser un objetivo, es peor. Se convierte en algo insano, el poder llama al poder, y siempre se quiere más.

Pasó con aristócratas y plebeyos, cultos e incultos, sabios y tontos, le pasó a Hitler, Stalin, Sadam Hussein, Idi Amin Dada, Pinochet y otros que llegaron a ordenar, y hasta a ejecutar, actos de extrema crueldad para mantener el poder.

La realidad es implacable, y el poder, sin importar su magnitud, está destinado a desvanecerse, el poder es efímero, un corto y triste suspiro en el vasto transcurso de la historia.

A lo largo de los siglos, han caído imperios y desaparecido dinastías. Los imperios que una vez dominaron vastos territorios se extinguieron, líderes carismáticos que parecían invencibles y ejercían real control sobre las masas, se desvanecieron en las arenas del tiempo.

Al mismo papa, el rey de la iglesia, le dicen: «Pater Sancte Sic transit gloria mundi», (Santo Padre, así pasa la gloria del mundo) recordando al Papa que, a pesar de la tradición y la grandilocuencia de la ceremonia, no deja de ser un mortal.

A los grandes generales romanos cuando regresaban de sus épicas conquistas, muy envanecidos en los fastuosos homenajes, les decían:  «Memento mori», (Recuerda que morirás).

Quienes detentan el poder deben recordar eso, que son aves de paso, que el poder no durará para siempre, que de nada les vale la altanería y la prepotencia, que su autoridad jurídica, política y democrática se esfumará y solo permanecerá, su autoridad moral, basada en sus obras, sus hechos de justicia y su actuar con ética, principios y bondad. Algunos serán recordados, otros olvidados y algunos hasta repudiados.

Es imperativo que reconozcamos los peligros de la búsqueda exclusiva del dinero, el sexo y el poder, y hagamos un cambio  profundo, basado en valores más humanos y sostenibles.

Deben guiar nuestras acciones la solidaridad, la generosidad y la justicia, en una cultura de humildad, respeto y entendimiento, para contrarrestar los efectos destructivos de la codicia, la hipersexualidad y la megalomanía.

Rechacemos la avaricia, la especulación, la corrupción y la explotación que promueve la codicia, también combatamos la explotación y la violencia sexual y bajemos de su nube a esos que se creen poderosos.

Debemos evitar que los mecanismos de corrupción empresarial, política e institucional sigan manejando nuestro país.

Debemos evitar que politicastros sigan usando los resentimientos sociales para mover masas y hacer tanto daño al país,

Debemos evitar que la elusión fiscal, la corrupción, la minería informal y el narcotráfico financien campañas e impongan a personajes improvisados en la dirección del país.

Solo así, podremos construir una sociedad más equitativa, respetuosa e independiente, donde el valor de una persona se encuentre en su sapiencia, su integridad y su dignidad, más allá de sus anhelos de codicia, lujuria y poder.

Ver la Primera Parte

Ver la Segunda Parte: El dinero

Ver la Segunda Parte: El sexo

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1 com.

Oscar Loayza Azurin 09/08/2023 - 6:17 pm

El alcanzar el poder a cualquier precio ha sido convertido en una obsesión por individuos que, sin la más mínima noción de lo que son los valores y principios en una sociedad civilizada, buscan enriquecerse de la noche a la mañana, utilizando para ello la política como la mejor plataforma que les permita acceder fácilmente sobre todo a cargos de elección popular. Este círculo vicioso, que se repite proceso tras proceso, se ve espléndidamente “ayudado” por una legislación electoral enrevesada que nadie quiere cambiarla.

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