LAS TABAS DEL LOCO ELÍAS

por Ibo Urbiola
169 vistas 1 min.
A+A-
Reinicio

No era un loco peligroso de esos que andan por la calle y te pueden agredir. Era más bien un personaje excéntrico, cantor y bohemio. El Abancay de los ochenta era aún una ciudad donde casi todos se conocían y era casi imposible sentirse extraño. El hermano del loco Elías era el cantor oficial del pueblo y grababa discos, pero él prefería la calle y normalmente la medianoche para que, ya camino a su casa, haga pasear su canto y buena voz, con los mejores huaynos, a veces a dúo con su amiga Magda (la más bohemia de las abanquinas) que todos escuchaban desde sus casas.

Una mañana, caminando con mi papá por la calle Arequipa, nos cruzamos con el loco Elías, quien con un atento “buenos días señor prefecto”, hizo sentir su amable saludo. Cuando se dieron la mano, mi papá le dijo: “Ahora que te veo, Elías, en la casa tengo unos zapatos que te pueden servir, pasa a recogerlos cuando quieras”. Y con un “muchas gracias señor Gilbert” y una sonrisa sincera, el buen loco Elías se alejó.

Había pasado varios días y nunca se apareció por la casa, donde todos teníamos la consigna de entregarle los zapatos. Tal vez un mes después, mi papá salía de la prefectura y antes que subiera al carro escuchó el grito desde la vereda del frente: “Urbiola!!!”. Cuando mi papá volteó a mirarlo, el loco Elías, tal vez ya con unas cervezas encima le dijo a voz en cuello: “Oe compare, y las tabas???!!!”.

También le puede interesar

error: ¡Lo sentimos, este contenido está protegido!

Este sitio web utiliza cookies para mejorar su experiencia. Suponemos que está de acuerdo, pero puede darse de baja si lo desea. Aceptar Seguir leyendo