LEE Y TERMINARÁS ESCRIBIENDO

Hasta la segunda mitad del siglo pasado, en la mayoría de provincias del Perú, la gente se informaba a través de la onda corta de la radio, siempre y cuando el buen tiempo lo permitía porque la estática era el enemigo número uno de los oyentes.

En ese tiempo no había televisión y los diarios y revistas llegaban con retraso. Lo cierto es que los diarios no parecían diarios porque llegaban unas veces sí y otras no, debido a la interrupción de las carreteras, sobre todo en la época de lluvias.

En Abancay, la tierra donde nací, cuando llegaban, los lectores compraban hasta las ediciones pasadas y, qué curioso, los leían en orden cronológico para no perderse ningún detalle.

Un día le pregunté a mi padre por qué leían los periódicos pasados si estos, al igual que los panes, al día siguiente ya nadie los quiere. Me explicó que algunas publicaciones, como La Prensa de Lima, El Comercio, por mencionarlos, hacían un seguimiento de los casos más sonados. Publicaban sorprendentes historias que parecían novelas, como las de Tatán, el monstruo de Armendáriz o el asesinato del magnate Banchero Rossi. Y los lectores no querían perderse ni un solo detalle.

Pero, en mi tierra, no todos podían comprar un diario, menos una revista. Algunos leían las revistas en las peluquerías y en los consultorios médicos donde pasaban sus últimos días, antes de morir afectados por la palidez del tiempo y el desgarro de sus hojas porque algunos desalmados lectores las arranchaban, si el tema era de su interés.

En cambio los diarios los utilizaban para envolver cosas, limpiar vidrios y lo peor, algunos terminaban sus vidas en el tacho de un inodoro.

Pero no todas las hojas de las revistas morían de palidez, sobrevivían al tiempo, sobre todo aquellas que contenían fotos interesantes, entre ellas las de Caretas, Life, y una que otra revista china. Las tijereteaban y las enmarcaban para ser colgadas como cuadros en una pared, junto al almanaque del año, tapando algún agujero.

A muchos de los lectores de las peluquerías y de los consultorios les importaba un bledo que las revistas fueran nuevas o viejas porque lo único que querían era matar el aburrimiento esperando su turno para ser atendidos.

En aquella época, en Abancay no había muchas publicaciones, tampoco peluquerías. Bastaban los dedos de una mano para contarlas. Por eso, apenas llegaban, se agotaban en un abrir y cerrar de ojos. Una de las distribuidoras de estas publicaciones era el propietario de la peluquería Rivero, Y los primeros en leerlas eran sus clientes, previo pago de unos reales.

Las peluquerías, al igual que las boticas y la mayoría de tiendas, no estaban ubicadas unas al lado de otras o, lo que es peor, unas encima de otras, como ocurre hoy, guardaban distancia. Eran conocidas por los apellidos de sus propietarios: Bocángel, Ocampo, Danz, Rivero y no sé qué otros apellidos más.

Igualmente, eran muy pocos los consultorios dentales. El más conocido y el más visitado era el del Dr. Juan Hercilla, donde generalmente se atendían aquellos pacientes que le tenían terror al hospital porque, según decían, la anestesia que se aplicaba en el único nosocomio de la ciudad no era muy buena y a veces el efecto desaparecía a mitad de la extracción. Y como este ilustre sacamuelas también se desempeñaba como profesor del colegio Miguel Grau, la gente le tenía más confianza y respeto. Era tan solicitado que, estoy seguro, que con todo el cemento que utilizó para cerrar las caries de sus pacientes, se hubiera podido pavimentar todas las calles de la ciudad.

La sequía de odontólogos se alivió con la llegada de los doctores Máximo Salazar Castro, Rubén Carrión Soria, Augusto Miranda y Hugo León, jóvenes profesionales que no solamente eran muy cotizados por los pacientes sino también por las chicas.

En estos consultorios, era todo un espectáculo ver a los pacientes disfrutando de la lectura. ¡Qué concentración! Parecían hipnotizados por las letras o, a lo mejor por las fotos de las chicas en bikini que se publicaban a toda página. La cosa es que no le quitaban de vista ni siquiera cuando mojaban su dedo índice en la lengua para voltear la página.

Algunos caballeros miopes de la tercera edad se acercaban tanto que raspaban las páginas con sus narices. Daba la impresión que se acercaban para darle un beso disimulado a la modelo de Glostora o a la chica de Nivea.

¡Y cómo las devoraban! como si fueran apetitosas sopas de letras.

Aquí, no importaba que pasen las horas, tampoco que algún tiovivo se adelante en el turno. Al contrario, estos caballeros de la edad de oro se ponían felices porque así tenían más tiempo para leer.

La mayoría de estas revistas provenía del extranjero, algunas se editaban en Lima y muy pocas en Cusco. En ese tiempo, en Abancay ya no circulaba La Patria, el histórico diario fundado por el periodista Guillermo Viladegut Ferrufino, tampoco el periódico Apurímac, la primera publicación del departamento, fundada por Eduardo S. Arenas con recursos que salieron de los bolsillos del hacendado Cirilo Trelles.

Más que un diario, “Apurímac” era un panfleto que se editaba más para cumplir con la propaganda política de su patrocinador. Sea como sea, esta experiencia sirvió para que Abancay diera su primer salto editorial y, además, para contar con una novedosa fuente laboral para los aficionados al periodismo y las artes gráficas.

En este periódico se iniciaron como directores Gustavo Manrique y Guillermo Viladegut y como cajista Antonio Pinto, un joven muy talentoso que tenía una habilidad asombrosa para el armado de textos.

Años después, con la experiencia ganada en este medio, el profesor Viladegut funda La Patria, convirtiéndose en una verdadera escuela para los amantes del periodismo. Y es con la circulación de este medio que se inicia la era del periodismo en Abancay y se empieza a oír por primera vez en las calles el pregón de los canillitas.

–La Patria…La Patria… A solo 20 centavos. ¡La Patria… La Patria!

Algunos canillitas , para vender más, le añadían los titulares.

– ¡Murió Evita Perón! ¡Murió la esposa del presidente argentino!

La Patria. La Patria… A solo 20 centavos…¡La Patria, La Patria!

– ¡Eligen Miss Perú a una apurimeña! Ada Gabriela Bueno representará al Perú en el concurso Miss Universo… ¡La Patria. La Patria…Compre La Patria!

Con sus pregones, los canillitas, eran los primeros en dar las buenas y malas noticias y a la vez eran los receptores de los buenos y malos comentarios de la gente. Es así que apenas percibieron que la población se interesaba más por las noticias locales, no dudaron en hacérselo conocer al director. Y tenían toda la razón porque, para los lectores de esa pequeña comunidad abanquina, de menos de cuatro mil habitantes, era más noticia el robo de un banco de madera de la plaza de Armas que un millón de dólares del banco de Boston.

Y naturalmente que el “Papi Vila”, como se le llamaba al director del diario, resolvió de inmediato el pedido de los lectores dándole más importancia a las noticias locales.

– ¡Capturan al asesino Dongo! Compre La Patria…La Patria…La Patria.

– ¡Alumno de la promoción del Colegio Miguel Grau muere víctima de la moscarina!…¡Compre La Patria!

Y como todos querían leer La Patria, sus ventas subieron como espuma en un vaso de cerveza. En general la demanda de diarios y revistas creció considerablemente.

Por entonces llegaban con regularidad Billiken, Life en español, Variedades, La Familia y Monos y Monadas, esta última de humor político, dirigida por Leonidas Yerovi.

Muchos años después, en la segunda mitad de la década de los sesenta, cuando empecé a trabajar en el diario El Sol del Cusco, logré convencer al director Germán Alatrista para sacar una página diaria con el propósito de difundir las noticias del Departamento de Apurímac. Esto hizo elevar la lectoría y por supuesto que también los ingresos económicos de la empresa.

El diario más reclamado era El Comercio de Lima, de propiedad de la familia Miró Quesada, no solo por ser el decano de la prensa nacional (1839) y el de mayor influencia, sino por su gran lectoría. También se leía mucho La Prensa, del magnate Pedro Beltrán, por la profundidad y extensión de sus noticias, narradas con acuciosidad. A diferencia de El Comercio, este diario tenía una línea política de derecha y en su plana de periodistas figuraban jóvenes entrenados en la llamada Escuelita, que veían comunistas hasta en la sopa.

De otro lado, el diario sensacionalista Ultima Hora, fundado en 1950 también por Pedro Beltrán, tenía sus oficinas en el tercer piso del mismo local que ocupaba La Prensa, en la cuadra siete del Jirón de La Unión, pero no llegaba con regularidad a Abancay no obstante de su envidiable tirada de 250 mil ejemplares diarios porque, prácticamente, desaparecía en un abrir y cerrar de ojos de los quioscos capitalinos y no quedaba casi nada para provincias. Fue una increíble tirada que jamás se volvió a repetir por la demoledora competencia de la televisión.

Con buen tino, Beltrán aceptó la sugerencia de darle a Ultima Hora una línea farandulera y policial. Se caracterizaba por sus titulares en replana y su salida al medio día.

Última Hora tenía tanta aceptación que algunos canillitas lo amarraban con otras publicaciones que no tenían mucha salida. En Abancay, se leía solo cuando lo llevaban los camioneros o los pasajeros de las empresas Morales Moralitos y Aymarino, o los viajeros que retornaban de Lima vía Cusco, en los bimotores de Faucett.

Los artífices de este diario fueron Efraín Ruiz caro y Raúl Villarán y sus figuras más destacadas Guido Monteverde, Justo Linares, Roberto Salinas, Augusto “Mantequilla” Salazar y su inseparable reportero gráfico Pedro “el cholo” Cruz, Luis Loli, Carlos Ney Barrionuevo, Guillermo Cortés Núñez “Cuatacho”, Julio Farlie, creador de “Sampietri” y Jorge Vega “Veguita”.

A partir de 1961, el país contó con un diario más: Expreso, de propiedad de Manuel Ulloa Elías. Era un tabloide de alto contenido político que aparentaba ser de una línea liberal y progresista, pero muy recostado a la derecha. Su vástago el Diario Extra, se dedicaba más a la farándula, al deporte, la crónica policial y la noticia ligera.

Posteriormente aparece Correo, un diario de gran aceptación entre la juventud, fundado por el magnate de la pesca Luis Banchero Rossi, a quien se le recuerda por haber sido el primero en lograr la descentralización de la prensa de circulación nacional, instalando rotativas en varias capitales del interior como Piura, Huancayo y Arequipa, a diferencia de los otros diarios que se editaban en Lima.

Banchero, fue asesinado en su mansión de Chaclacayo, la madrugada del 1 de enero de 1972 cuando se hallaba en sus aposentos, acompañado de su secretaria. Su jardinero lo ultimó fracturándole el cráneo con una estatuilla, por lo que ambos, Secretaria y jardinero, fueron condenado a prisión. Ambos purgaron varios años de carcelería. De esta manera Luis Banchero pasó de editor a ser protagonista de la noticia, la misma que fue difundida y debatida con amplitud durante años en la mayoría de medios de comunicación, especialmente en el progrtama “Tealdo Pregunta” de gran sintonía, en la televisión, dirigido por Alfonso Tealdo, uno de los mejores entrevistadores que tuvo el Perú, fue el creador de una escuela que muchos periodistas siguieron entre ellos César Hildebrandt.

Para no perderse ningún detalle de estos casos, los lectores preferían esperar la revista Caretas porque tenía muy buenas fuentes de información y se caracterizaba por su estilo ágil, ameno y estar muy bien documentada. Y lo más importante, no perdía jamás el sentido del humor pero, lamentablemente, en esa época salía solo una vez al mes.

Quienes no podían comprar revistas en Abancay por sus elevados precios, las leían en los puestos de alquiler ubicados en los paraderos de los buses, al pie del pisonay, en las puertas de los cines y en las afueras del mercado central. Por solo diez centavos se podía leer también las pequeñas historietas del viejo oeste, las obras de Vargas Vila, la Biblia, libros de autores más famosos como “Los Miserables” y “El Jorobado de Nuestra Señora” de Víctor Hugo, “Los Tres Mosqueteros” de Alejandro Dumas, y, con más recato, la revista Play Boy.

El asunto era leer, a cualquier precio, porque el hombre que tiene el hábito de leer, hace cualquier sacrificio con tal que no le falte este alimento del alma. El apetito de leer es semejante al apetito de alimento. Por eso, prescindirlo es difícil.

Leer es tan apasionante como amar. Cuanto más cerca tenemos a nuestra pareja más queremos descubrir sus secretos y cuanto más repasamos las páginas de un libro más cautivados quedamos.

En los tiempos de crisis, todas las lecturas eran bienvenidas, hasta las revistas chinas que se vendían a centavos porque a sus editores no les importaba ganar dinero, su mayor interés era hacer conocer la revolución de Mao como una forma de penetración ideológica. Sin embargo, quienes no le daban importancia a este detalle, se entretenían viendo las excelentes fotografías a color y de gran tamaño que contenían sus páginas las que, finalmente, terminaban como cuadros en las paredes de las casas.

En Abancay, las damas tenían sus propias lecturas. Acudían a la librería de Don Lino Ismodes para comprar las revistas Para Ti, de modas y novelas, Familia, entre otras. Y los caballeros preferían Selecciones, Life en español, Mecánica popular y claro, la revista peruana Caretas. Muchos lectores de Caretas las coleccionaban y hasta las mandaban empastar. No es exageración si les digo que muchos de los peruanos hicimos nuestras primeras prácticas de lectura repasando las páginas de esta excelente publicación peruana fundada por Doris Gibson y Francisco Igartua.

Doris provenía de una familia de literatos, su padre don Percy Gibson fue un gran poeta y sus tíos Juan y Carlos Parra del Riego, poeta y novelista, respectivamente.

Igartua se caracterizaba por ser un periodista tenaz, inteligente y muy acucioso. Juntos hicieron de Caretas la mejor revista. Y eso que en un principio no tenían suficientes recursos económicos. Lo que sí tenían era mucho talento y amor al trabajo.

Posteriormente, Enrique Zileri, hijo de Doris, es quien le da un gran impulso a la revista hasta convertirla en la mejor del país. Y ahora, lamentablemente, ya no circula por problemas familiares y económicos Las disputas entre los nietos de Doris Gibson la han llevado a la quiebra. No obstante aún se la puede leer a través de las redes sociales.

En Abancay, en los puestos de alquiler ubicados frente al mercado, en Huanupata o en el paradero de carros, debajo del pisonay, nunca faltaban los pequeños compendios de aventuras del viejo Oeste llamados “Bolsilibros”, Colección de Héroes Bruguera, que se leían con avidez para luego comentarlos en las ruedas de amigos.

Las jovencitas alquilaban las novelas de la española Corín Tellado y la británica Agatha Christie, para llevárselas a sus casas. Ellas sí podían hacerlo, previa promesa que le hacían al propietario del quiosco de devolverlas al día siguiente o máximo en dos días.

En cambio los varones tenían que leer sentados en una banca de madera que se colocaba en la acera. Y si por mala suerte llovía, el propietario recogía los libros y anotaba la página dónde se había quedado el lector para que continúe al día siguiente.

Ante la imposibilidad de comprar todas las publicaciones, sobre todo los comics, se puso de moda el canje, especialmente entre niños y adolescentes que pertenecían a hogares más acomodados. Las historietas que más se canjeaban eran Batman, la apasionante historia de un niño que, tras presenciar la muerte de sus padres, se convierte en el multimillonario Bruno Díaz. Un día decide disfrazarse de murciélago para ocultar su identidad tras un antifaz. Su atuendo incluía una capa oscura y una capucha con las orejas levantadas. En lugar de pantalones usaba una ajustada malla que le permitía una mayor elasticidad de su cuerpo para combatir el crimen organizado de Ciudad Gótica, una urbe atacada constantemente por temibles enemigos como Joker, atroz personaje que usaba traje de arlequín. El Pingüino, hombre bajo y obeso de nariz puntiaguda. Gatúbela, una ladrona vestida con disfraz felino. El Espantapájaros, un científico renegado. Dos Caras, amigo de Bruce Wayner, con un desorden de personalidad múltiple y una mitad de su cara deformada. Luciérnaga, un huérfano piromaníatico. Amígdala, un gigante musculoso con un temperamento infantil. Máscara Negra, el ejecutivo de negocios que detestaba a Bruce Wayne. KGBestia, un agente de la KGB. Y otros despreciables persones del mal.

El creador de esta historieta, Bob Kane, decía: “Yo quería que el traje de Bruno Díaz produjera un miedo terrible entre los criminales. Imagínense ustedes si un hombre murciélago entrara en vuestro departamento, los aterrorizaría. Yo quería crear un disfraz tan asombroso que cualquier criminal quedara petrificado de tan solo verlo”.

Otro de los personajes preferidos por grandes y chicos fue El Zorro, creado por Johnston McCulley en 1919, como defensor de los oprimidos de California, por entonces colonia de España.

Detrás de la máscara que usaba se ocultaba la identidad de Diego de la Vega, un rico hacendado. El Zorro Dejaba su marca haciendo una “Z” con su espada, después de derrotar a sus enemigos. La historieta se llevó al cine en 1920 con el nombre de “La marca del Zorro” protagonizada por Douglas Fairbanks.

El Llanero Solitario, personaje creado en 1938 por la dupla Frank Striker Y Charles Flanders, representaba a un héroe del viejo Oeste dado por muerto por los bandidos que atacaron su pelotón. El indio que lo salvó de la muerte en pleno desierto, llamado Tonto, se convierte en su inseparable compañero de aventuras. Al igual que los anteriores personajes, Kemo Sabay decide ocultar su verdadera identidad detrás de un antifaz para combatir a los bandidos. Usaba balas de plata, que tenían la peculiaridad de herir, más no de matar. Cada vez que concluía una hazaña tiraba de las riendas de Plata, su caballo blanco, para obligarlo a pararse en dos patas y levantando sus pistolas gritaba a los cuatro vientos ¡Hey you Silver! En la serie cinematográfica el Llanero Solitario fue encarnado por Clayton Moore.

Tarzán, el hombre mono, rey de la selva, es otro personaje creado en 1913 por Edgar Rice Burroughs. Vivía con Jane y un hijo adoptivo hallado entre los restos de un avión siniestrado, a quien lo llamaban simplemente como Boy. Vivían con su mascota Chita, una mona traviesa y juguetona. Como medio de transporte, Tarzán utilizaba un gran elefante y otras veces un feroz león, al que lo amaestró después de haberlo derrotarlo en una lucha cuerpo a cuerpo.

En l938 apareció Superman, el hombre de acero que llegó a la Tierra desde Kripton, cuando apenas era un bebé, enviado por sus padres Jor-El y Lara, para evitar su muerte ante la inminente destrucción de su planeta. Y por efecto de un fenómeno estelar, cuando la cápsula en que viajaba ingresa al sistema solar, adquiere súper poderes. El personaje creado por Jerry Siegel y José Shuster, destruyó todos los moldes de los primeros cómic.

El hombre de acero sobrevolaba vigilante la ciudad de Metrópolis con ceñido traje azul y capa roja y mantenía su identidad en secreto convirtiéndose en Clark Kent, un tímido reportero del Diario Planeta, donde tenía como compañera a Luisa Lane, que no lo dejaba en paz porque siempre estaba metida en apuros y tenía que salvarla a como de lugar. Poseía una vista de rayos X, pero tenía debilidad a la kriptonita. Otro de sus compañeros en el diario es Jaime Olsen.

En 1940 causa sensación en los EEUU la transmisión por radio de esta historieta logrando un enorme éxito. En 1941, los creadores de Superman convocan a los actores que hacían las voces de Luisa Lane, Clark Kent y Superman para hacer los dibujos animados para la televisión, logrando otro notable éxito. En 1948, se hace la primera serie de 15 capítulos para televisión, con Kirk Alyn como Superman, Noel Neill como Luisa Lane y Tommy Bond como Jaime Olsen.

En 1952 el hombre de acero fue llevado al cine. En 1978 Steeve Reeve protagoniza “Superman, la película” con un sorprendente éxito, donde la novedad fue la actuación de Marlon Brando en el papel de Jor−El, y Gene Hackman como Lex Luthor.

La filmación se caracterizó por un despliegue técnico y efectos especiales sin precedentes. En 1980 Vuelve Reeve con Superman II. Margot Kidder como Luisa y Hackman como Luthor. En 1983 se hace Superman III, con los mismos protagonistas estelares. En 1987 filman “Superman IV” y el 2006 llega a la pantalla “El retorno de Superman” con Brandon Routh y Kate Bosworth.

Y así, podríamos llenar páginas y páginas escribiendo sobre los personajes de estas historietas que nos hicieron vivir momentos de grandes emociones en nuestra niñez y adolescencia como Roy Rogers, La Pequeña Lulú, Mandrake, El Gato Félix, Hopalong Cassidy, Durango Kid, Robyn Hood, Daniel Boone, el Gato Garabato y otros inolvidables personajes.

A veces, era muy difícil recuperar las revistas que se canjeaban, no porque los eslabones se rompían, sino porque la cadena se hacía cada vez más larga y su retorno era más lento. Felizmente que en esa época no se tomaba en cuenta aquello de “El que presta un libro es un tonto y el que lo devuelve es más tonto”.

Mi padre disfrutaba escuchándome leer en voz alta. Me hacía leer desde El Tesoro de la Juventud, de fácil lectura y excelente contenido, hasta el Quijote de La Mancha, escrito en un lenguaje capcioso y antiguo…”En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo…”.

“El tesoro de la juventud” fue sin duda la enciclopedia de veinte tomos más impresionante de mi infancia y adolescencia, cuya traducción en castellano se publicó en 1920 en México. Originariamente era inglesa. Contenía narraciones, juegos y pasatiempos, curiosidades, información, relatos, fotos e ilustraciones, que la teníamos en nuestras casas realmente como un tesoro por su entrañable lectura y porque nos ayudaba a hacer nuestras tareas escolares.

En esos tiempos Julio Verne era el autor de las historias más sorprendentes con “Vente Mil Leguas de viaje Submarino”, “La Vuelta al Mundo en 80 Días” “El Viaje al Centro de la Tierra”, “La Isla Misteriosa”, “Los Hijos del Capitán Grant, entre otras.

Y en mi tiempo, otro libro que no faltaba en los hogares, era la biblia que, para serles franco, me encantaba más que me lo lea y explique mi madre, que leerla por iniciativa propia. No sé si era porque me encantaba más escuchar la voz de mi madre que las historias sorprendentes que contenían las páginas de este libro.

Mi padre, a diferencia de mi madre, me hacía leer en voz alta, tampoco sé si era porque le gustaba escucharme o por mantenerme a su lado. Si me equivocaba me hacía repetir una y otra vez. ¡Qué fregado!

–Si cometes un error, se honesto en reconocerlo y corregirlo. De esa manera los que te oyen te entenderán mejor y tú también entenderás mejor lo que lees – Me decía.

Hoy se lo agradezco porque, gracias a él, aprendí a leer, pienso que correctamente, porque me enseñó a hacer las pausas en las comas, los puntos, seguido y aparte, hacer la inflexión en las frases entrecomilladas. a enfatizar las palabras que se encuentran entre signos de admiración, así como adecuar la voz correctamente en las palabras escritas entre signos de interrogación.

Y, de tanto leer y leer, le hallé gusto a la lectura y, casi sin darme cuenta, también le encontré placer a la escritura. Desde niño escribía todo lo que se me ocurría aunque casi todo iba a parar al tacho y aquellos textos que más me avergonzaban los quemaba para que nadie se ría de mi fracasoAhora me hago pesar no haberlos guardado pesar porque la sinceridad con la que escribe un niño o un adolescente, es invalorable.

Así como se aprende a leer, se aprende a escribir. Y, de tanto leer, uno termina escribiendo.

Con esa experiencia, les recomiendo a los niños y jóvenes de hoy, que nunca dejen de leer porque, así como el pan es el alimento del cuerpo, la lectura es el alimento del alma. Y, si se animan a escriban no lo hagan pensando en ser famosos, ni ganar dinero, háganlo simplemente por el placer de escribir.

Escribir es un bello proceso como el que se disfruta en la destilación del mejor vino, hay que tener buen gusto y mucha paciencia. Es bueno recordar que, tal como ocurre con el vino, a veces hay que esperar que madure lo que uno escribe, revisándolo una y otra vez. Eso mismo pasa con la elaboración del queso suizo, el mejor del mundol, es un proceso largo, desde la selección y tratamiento de la leche, la coagulación, el tratamiento de la cuajada, el prensado, el adecuado baño de sal, la maduración en las bodegas a determinada temperatura y el afinamiento. Una tarea compleja pero que, al final, deja inmensas satisfacciones.

Amigos, lean, lean y lean, y terminarán escribiendo.

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