LO QUE NADIE DICE DEL SACERDOCIO

por Redacción Peruanísima
27 vistas
A+A-
Reinicio

Encontramos este texto en internet, sin autor identificado, pero por su tono, sensibilidad y la profundidad de sus reflexiones, es muy probable que haya sido escrito por algún buen sacerdote que quiso expresar, con sencillez y verdad, el peso silencioso que muchos llevan en su ministerio.

Lo comparto porque refleja una realidad que merece ser escuchada con atención y con humanidad.

EL ABUSO SILENCIOSO DE SACERDOTES DEL QUE EL MUNDO SE NIEGA A HABLAR…

(y qué decir cuando ya estamos viejos y nos ven como un estorbo)

En el mundo de hoy, ser sacerdote se ha convertido en una vocación peligrosa, no por la persecución, sino por la opinión pública. La sociedad ha creado una lista de control imposible, un juego amañado donde el sacerdote pierde incluso antes de empezar.

Si anda con mujeres, automáticamente es un mujeriego.
Si camina con hombres, de repente es gay;
Si lo ven con niños, es un sospechoso de pedófilo.
Si él se sienta al lado de una anciana, ella es su mamá de azúcar.
Si ayuda a un anciano, ese es su papá de azúcar.

 

Si te gusta nuestro trabajo y contenidos, invítanos un café.

¡ Ayúdanos a que esta luz siga encendida !

La cultura florece cuando todos la cultivamos.

Yapea o Plinea al 985 513040 o haz clic en este botón:

QUIERO APOYAR

Si mantiene la distancia, está orgulloso.
Si se mezcla demasiado, está desesperado por atención.
Si pasa tiempo con los ancianos, es obsoleto.
Si pasa tiempo con la juventud, se está esforzando demasiado.
Si su homilía es larga, es aburrido.
Si es corto, no está preparado.
Si habla fuerte, está gritando.
Si suavemente, es débil.

Si conduce un coche, es mundano.
Si no lo hace, no es serio sobre el trabajo pastoral.
Si visita familias, está entrometiendo.
Si no lo hace, no le importa.

Si pide donaciones, está orientado al dinero y codicioso.
Si evita mencionar el dinero, es orgulloso o reservado.
Si es joven, no tiene experiencia.
Si es viejo que se retire.

En el tribunal de juicio público, los sacerdotes siempre son culpables. Sin embargo, las mismas personas que derriban sacerdotes esperan que sean gigantes espirituales, disponibles 24/7, emocionalmente perfectos, moralmente impecables, financieramente humildes, litúrgicamente impecables, socialmente activos, académicamente brillantes y físicamente incansables.

Ningún ser humano puede cumplir con estos estándares. Ni uno. Pero de alguna manera, esperamos que los sacerdotes lo hagan.

Muchas personas no quieren sacerdotes santos, quieren máquinas perfectas. Sin embargo, también quieren que esas máquinas se comporten como sirvientes que nunca deben quejarse. Esta es la razón por la que los sacerdotes sangran en silencio. Detrás de cada misa hay un hombre agotado. Detrás de cada sonrisa hay alguien que es juzgado injustamente.
Detrás de cada error hay alguien que es crucificado sin piedad.

Se necesita un hombre verdaderamente valiente para decir sí a Dios en un mundo que se ahoga en placer, lujuria y adoración a sí mismo. Se necesita un hombre que se niega a elegir sacrificio antes que comodidad. Se necesita un hombre espiritualmente valiente para estar en el altar todos los días, sabiendo que será juzgado por las mismas personas por las que reza.

Si realmente amas a tu sacerdote, no esperes escándalos, enfermedades, crisis o quemaduras para orar por él.

Apóyalo ahora.
Reza por él ahora.
Quédate con él ahora.

Porque mientras el mundo ve un collar…
Dios ve a un hombre cargando una cruz que es más pesada de lo que nadie imagina.

Este diciembre, mientras viajan de vuelta con sus familias y se preparan para celebrar la alegría de la Navidad, hagan algo diferente. Haz algo intencional.

Compra un regalo de Navidad para el cura de tu parroquia. No tiene que ser caro. No tiene que ser grande. Incluso un artículo pequeño, algo considerado, algo simple, es suficiente.

Después de misa, no corras a casa. Entra en la sacristía, mira a tu sacerdote y di:

“Padre, feliz Navidad. Gracias por servirnos. ”

No tienes idea de lo lejos que puede llegar ese pequeño acto de bondad, cómo puede fortalecer a un sacerdote cansado, elevar a uno desanimado, o recordar a un solitario que es amado, apreciado y recordado.

Un simple regalo.
Un simple saludo.
Un simple gesto de amor.
Hagamos que esta Navidad sea una curativa para nuestros sacerdotes.

error: ¡Lo sentimos, este contenido está protegido!

Este sitio web utiliza cookies para mejorar su experiencia. Suponemos que está de acuerdo, pero puede darse de baja si lo desea. Aceptar Seguir leyendo