54
Un artículo basado en una investigación que podría cambiar para siempre la forma en que ves el mundo que te rodea.
Imagina por un momento que cada mañana, al despertar, tienes a alguien que te susurra al oído, que te dice qué pensar, qué desear, qué evitar, qué temer y hasta qué soñar.
Imagina que esa voz es tan sutil, tan perfectamente integrada a tu rutina diaria, que nunca la notas, y que inconscientemente, hasta le agradeces por hacerte la vida «más fácil».
¿Parece el argumento para una película o una serie de Netflix, no? Una distopía de ciencia ficción, al estilo de «Black Mirror».
Si te gusta nuestro trabajo y contenidos, invítanos un café. ¡ Ayúdanos a que esta luz siga encendida ! La cultura florece cuando todos la cultivamos. Yapea o Plinea al 985 513040 o haz clic en este botón: |
Pues bien, no es ficción, es cierto, y sucede con todos y cada uno de nosotros.
Esta historia comenzó hace aproximadamente un siglo, y nosotros, querido lector, somos los protagonistas estelares y a la vez, el escenario de esta historia.
Esta no es una teoría conspirativa más. Es la pura y cruda verdad. Es la crónica documentada del experimento social más ambicioso de la historia humana, uno en el que todos participamos, queriéndolo o no, y sin haber firmado ningún consentimiento.
Hace 100 años, los científicos sociales aprendieron a tocar las cuerdas de nuestras emociones como virtuosos de una orquesta invisible y hoy nos manipulan a su antojo, y la mayor parte de las veces, sin que nos demos cuenta.
Aquellos pioneros de la manipulación emocional —Harold Lasswell, Edward Bernays, Walter Lippmann— fueron los primeros directores de esta orquesta clandestina. Con la meticulosidad de un anatomista diseccionaron nuestros miedos, catalogaron nuestros deseos, cartografiaron los territorios más íntimos de nuestra psique.
Hoy, esa orquesta primitiva se ha transformado en una filarmónica digital de proporciones cósmicas. Los algoritmos de Google, Facebook, Microsoft y las constelaciones de redes sociales e inteligencias artificiales que orbitan nuestras vidas como satélites emocionales no solo aprovecharon los estudios de sus predecesores; los refinaron, los digitalizaron, los convirtieron en ciencia exacta.
Los algoritmos no solo saben qué piensas; predicen qué pensarás antes de que tú mismo lo sepas.
La competencia ya no es entre empresas, sino entre ecosistemas enteros de influencia, compitiendo en una carrera frenética por descifrar quién conoce mejor y domina más profundamente el mercado más valioso de todos: tu mente.
El Nacimiento de la Ingeniería Social
Era 1920, el mundo bailaba Jazz y Tangos, y en el Perú ibamos al ritmo de «Jálame la pitita, pitita, pitita…», época de sombreros elegantes, bigotes imponentes y radios a tubos eléctricos que crepitaban mágicamente en los hogares.
En ese contexto aparentemente inocente, un hombre llamado Harold D. Lasswell estaba escribiendo las partituras de lo que se convertiría en la sinfonía más perfecta de manipulación de masas jamás compuesta.
Lasswell, con la frialdad de un cirujano y la precisión de un relojero suizo, formuló una pregunta que cambiaría el curso de la humanidad:
«¿Cómo pueden los medios de comunicación no solo informar, sino moldear la voluntad colectiva?».
Su respuesta fue tan simple como aterradora:«La mejor forma de controlar a la población es a través de la manipulación de símbolos y emociones».
Como dice la polkita criolla a la que hacíamos mención hace un instante, hoy vivimos tiempos en los que alguien «jala la pitita…», y todos nos movemos al unísono.
Como dijo una vez el filósofo francés Gustave Le Bon: «Las masas nunca han tenido sed de verdades. Ante las evidencias que les desagradan, prefieren deificar el error, si éste las seduce». Lasswell no solo entendió esto; lo convirtió en ciencia aplicada.
Desde entonces, universidades prestigiosas, laboratorios de psicología social, corporaciones con bolsillos profundos y gobiernos sedientos de control, convergieron en un mismo objetivo.
No fue una conspiración de película, de esas que vemos en pantalla con villanos acariciando gatos blancos en sillas giratorias, no, fue algo mucho más sofisticado: ciencia pura puesta al servicio del poder económico y político.
La Fábrica de Deseos
Edward Bernays, sobrino de Sigmund Freud y considerado el padre de las relaciones públicas modernas, llevó las ideas de Lasswell a un nivel industrial.
En 1928 escribió: «La manipulación consciente e inteligente de los hábitos y opiniones organizados de las masas constituye un elemento importante de la sociedad democrática».
¿Te suena familiar esa sensación de «necesitar» algo que ni siquiera sabías que existía hasta hace un rato antes, pero todo es que lo viste en un comercial (siendo usado por alguien de tu entorno) y ya se te hizo imprescindible? Eso no es pura casualidad. Es el resultado de décadas de investigación sobre cómo funciona tu cerebro emocional.
Nos pasa a todos, no te sientas mal. No es novedad. Ya lo denunciaba el Grupo Río, allá por los 80, en esa canción «Televidente»:
«Mentiras, fantasías, sexo y policías, rellenan la función. Te quieren controlar, te quieren adiestrar. Uhhh televidente…»
Tomemos un ejemplo claro: el desayuno.
Durante generaciones, la humanidad desayunó lo que tenía a mano, fundamentalmente pan y leche. Pero en 1944, una campaña publicitaria logró convencer a millones de estadounidenses (y a todo el mundo) de que «el desayuno es la comida más importante del día, y que debe ser con cereales», vendiendo cereales azucarados como si fueran medicina preventiva. Hoy, ese mensaje se repite en todo el mundo como un mantra incuestionable, y muchos desayunan cereales, o lo dan a sus hijos, pero en realidad, están siguiendo una falacia inventada por publicistas. Los cereales endulzados de caja, más que alimentos son golosinas. Suelen estar cargados de azúcares añadidos, harinas refinadas y aditivos que poco o nada aportan al cuerpo (pregunta a tu médico o nutricionista); ofrecen calorías vacías que provocan picos de energía seguidos de fatiga y hambre temprana.
Mejor es optar por alimentos naturales y sin procesar —como frutas frescas, huevos, avena o frutos secos, quizás añadir cereales molidos, como la cañihua, quinua, kiwicha— no solo nutre de verdad, sino que respeta el ritmo del cuerpo y fortalece la salud a largo plazo, sin disfraces de formas y colores ni promesas vacías.
O piensa en el concepto de «obsolescencia programada emocional»: tu celular, es nuevo y funciona perfectamente pero, de pronto, sientes que «ya no es el indicado» cuando ves el último modelo en un comercial o brillando en las manos alguien, y y entonces, te privas de muchas cosas (hasta te maltratas) para ahorrar y comprarlo.
Como observó el sociólogo Zygmunt Bauman: «El consumismo no es tanto acerca de satisfacer necesidades, sino acerca de despertar deseos siempre nuevos».
Entretenimiento como Anestesia Social
Juvenal, un poeta romano del siglo I, acuñó una frase que aún es vigente en nuestros tiempos: «Panem et circenses» (pan y circo). Un precepto que aplicaron los Césares, entendiendo que, para mantener tranquila a la población bastaba con alimentarla y entretenerla.
Y hasta ahora, se sigue utilizando, y quizás más.
¿No has notado que cada vez que hay un problema serio en el gobierno, para distraernos, se saca a relucir en los medios (mermeleros) algún «escandalete» de esos que nos tienen comentando noticias estúpidas como si fueran lo más importante del mundo?
Para estos tiempos, los ingenieros sociales modernos, perfeccionaron la fórmula. Hoy el pan viene libre de gluten, orgánico, fresco y listo para consumir (aunque se haya envasado semanas antes).
El circo cambió. Aunque la violencia sigue siendo uno de sus ingredientes principales, ya no hay gladiadores ni fieras. El circo se volvió una industria de entretenimiento de billones de dólares que opera 24/7. Netflix, Disney, Max, Prime y las redes sociales como Youtube, Tik Tok, Instagram, etc. forman parte de ello: una cascada infinita de contenido diseñado no para educarte o enriquecerte, sino para mantenerte conectado, reactivo y, sobre todo, predecible.
¿Alguna vez te preguntaste por qué las noticias más importantes duran solo segundos mientras que el escándalo y la farándula ocupan muchos minutos? ¿Por qué te enteras más rápido de quién «tiró una canita al aire» o «le puso los cuernos» a su pareja que de las leyes que afectan nuestra economía?
Nos estamos divirtiendo hasta morir… ahogados en memes, notificaciones y datos inútiles. En esta «Era de la Información», el problema no es que falte información, sino que nos llueve tanta irrelevancia que ya no sabemos si estamos aprendiendo o simplemente haciendo scroll hacia el abismo.
Quizás deberíamos llamarla «Era de la Desinformación» o «Era de los Desinformados Felices»
Cuando los Sentimientos Reemplazan a los Hechos
Vivimos en la era de la posverdad, donde ya no importa si algo es cierto, solo que tenga suficientes likes.
Los algoritmos de las redes sociales aprendieron algo fundamental sobre la naturaleza humana: las emociones se viralizan más rápido que los datos. Una imagen conmovedora genera más clics que un estudio científico. Un titular indignante obtiene más «Compartir» que un análisis profundo.
Considera este fenómeno: según un estudio del MIT (Instituto Tecnológico de Massachussets), las noticias falsas se propagan seis veces más rápido que las verdaderas. Increíble ¿no? Pero, ¿Por qué sucede? Porque están diseñadas para impactar emocionalmente, no para informar racionalmente.
El resultado es que vivimos en cámaras de eco donde cada uno recibe la información que confirma sus prejuicios.
La esfera pública se ha hecho trizas, y ahora cada quien vive feliz en su burbuja digital, rodeado de gente que piensa igual, come igual y se indigna por las mismas cosas… ¡Es como vivir en un condominio ideológico con Wi-Fi!
Los chicos de hoy han perdido contacto con la realidad. La hija pequeña de un amigo mío, un día me preguntó ¿cuántos amigos tienes?, yo haciéndome el interesante, le dije:
—Uff, muchísimos… (aunque en realidad, los dedos de mi mano sobran para contarlos).
—¡Yo te gano! —dijo ella— Yo tengo 1,149 amigos y 287 seguidores.
Ella, como muchos de los usuarios de las redes sociales, no entendía la diferencia entre amigos reales y virtuales. ¿Tú crees que tus amigos de Facebook son en realidad tus amigos, estimado lector?
Transformando Datos en Oro
Hoy, las empresas más valiosas del mundo no producen objetos físicos. Producen algo mucho más valioso: predicciones sobre tu comportamiento.
Google sabe qué vas a buscar antes que tú. Temu, Linio, Amazon, Ali Express y Mercado Libre conocen tus gustos mejor que tú mismo y hasta que tu esposa (que es seguro que los conoce mejor que tú). Netflix sabe qué vas a ver. Y Chrome (Google) y Facebook… bueno,saben cosas sobre ti, que ni siquiera tu mamá podría adivinar.
Básicamente, se trata de agarrar tu vida —tus gustos (aún los excéntricos), tus búsquedas, incluidas esas exploraciones «raritas» que haces a las tres de la mañana— y convertirla en materia prima gratuita para que unas cuantas empresas sepan qué venderte antes de que tú sepas que lo quieres.
Es como si tu experiencia humana fuera la nueva mina de oro… pero sin regalías ni beneficios para ti.
Cada like, cada búsqueda, cada pausa al hacer scroll, cada repetición, cada segundo que permaneces mirando una foto un video, se convierte en un punto de datos que alimenta modelos predictivos cada vez más sofisticados.
No seamos ingenuos, no somos clientes de estas plataformas: somos el producto.
¡Pruebas al canto! Aquí están algunos casos de estudio muy conocidos.
El Experimento de Cambridge Analytica: Entre 2014 y 2016, esta empresa recopiló datos de más de 87 millones de usuarios de Facebook sin su consentimiento. Con esa información, crearon perfiles psicológicos detallados que fueron utilizados para influir en elecciones en más de 200 países. Su lema era escalofriante: «Cambiamos comportamientos a escala nacional».
¿Tú no crees que están haciendo lo mismo con nosotros?
El Caso de la «Primavera Árabe» Digital: Lo que comenzó como protestas genuinas fue rápidamente captado por algoritmos que amplificaban ciertos mensajes mientras silenciaban otros. Las plataformas que prometían democratizar la información terminaron siendo herramientas de control social aún más sofisticadas.
El Fenómeno de los «Influencers»: Un joven de 16 años que nunca trabajó decentemente ni un día de su vida, te da «consejos financieros» desde su mansión (ficticia), y millones le creen y lo siguen religiosamente, y lo peor, toman decisiones importantes basados en esos consejos. Así como estos, hay especialistas en moda, salud, belleza, vida sana, mascotas, etc.
Hoy, en internet, lo que tenga más seguidores siempre tiene razón. Pero ya ni en los likes ni el número de seguidores se puede confiar, porque ahora, hasta eso es mercadería, se compra y se vende. Por eso hay sitios recién creados que, entre gallos y medianoche, ya suman decenas y hasta cientos de miles de seguidores, ¿Conoces alguno de esos?
Cómo Recuperar tu Soberanía Mental
Esta es la buena noticia: el conocimiento es poder.
Una vez que entiendes cómo funciona la maquinaria, puedes empezar a resistirte a sus engranajes. No se trata de volverse paranoico, destrozar el Wi Fi y cortar los cables del internet. Tampoco de vivir desconectado, entre pajonales y en una chocita de la puna. Se trata de desarrollar lo que los filósofos antiguos llamaban «atención plena» y los psicólogos modernos denominan «pensamiento crítico».
Pregúntate siempre:
- ¿Quién me está contando esto?
- ¿Qué gana él, con que yo piense de esta manera?
- ¿Qué información me está omitiendo?
- ¿Cómo puedo verificar esto independientemente?
Como enseñaba Sócrates: «Solo sé que no sé nada». La sabiduría comienza con la humildad de reconocer que podríamos estar equivocados.
El ayuno digital estratégico Desconéctate regularmente. No para huir del mundo, sino para procesarlo sin interferencias.
La diversidad intelectual Lee más y lee deliberadamente cosas que desafíen tus creencias. No leas solo lo que te gusta, sino lo que te conviene. Sigue a personas que no piensan como tú.
La educación de la atención Aprende a distinguir entre información y conocimiento, entre datos y sabiduría.
Vale la pena reflexionar sobre este pensamiento de T.S. Eliot: «¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido en conocimiento? ¿Dónde está el conocimiento que hemos perdido en información?»
El Futuro de la Mente Humana
Estamos en un momento histórico crucial.
Por primera vez en la historia de la humanidad, tenemos acceso a TODA la información del mundo en nuestros bolsillos. Pero también por primera vez, esa misma tecnología puede ser utilizada para controlarnos
Sin embargo, la historia nos enseña que cada vez que surgen nuevas formas de control, también emergen nuevas formas de resistencia.
La imprenta democratizó el conocimiento a pesar de los intentos de censura. La radio y la televisión fueron utilizadas tanto por dictadores como por movimientos de liberación. Internet puede ser una herramienta de control, pero también puede ser un instrumento de despertar colectivo.
La Revolución Silenciosa
Cada día más personas se dan cuenta de que algo no está funcionando en nuestra sociedad hipercomunicada pero paradójicamente aislada.
Los jóvenes están abandonando Facebook. Las personas están eligiendo productos locales sobre marcas globales, están prefiriendo lo natural a lo envasado. Están buscando noticias en medios independientes. Están valorando más las experiencias que las posesiones. Están priorizando la salud mental sobre la productividad extrema.
Esta es la verdadera revolución: la que comienza en la conciencia individual y se expande como ondas en un estanque.
No existe un momento Eureka, en el que te dan ganas de saltar desnudo de la bañera a anunciar tu descubrimiento por las calles. La lucidez es un proceso gradual, a veces incómodo, siempre transformador. Es como aprender a ver: al principio todo es borroso, pero gradualmente los contornos se definen, los colores se intensifican, los detalles emergen.
Y aquí está la paradoja hermosa: cuanto más consciente te vuelves de los intentos de manipulación, menos poder tienen sobre ti. Cuanto más entiendes los mecanismos, más libre te vuelves de ellos.
Como nos recordó Maya Angelou: «Cuando sabemos más, hacemos mejor». Y ese conocimiento, esa capacidad de ver más allá de las apariencias, es lo único que nadie puede quitarte.
Al final del día, en un mundo que intenta constantemente decirte qué pensar, el acto más revolucionario que puedes realizar es pensar por ti mismo. En una época que te bombardea con ruido, el silencio se vuelve rebelde. En una cultura que premia la reactividad, la reflexión se convierte en resistencia.
Los hilos invisibles que intentan controlar tu mente existen, sí. Pero tú tienes algo que ningún algoritmo puede replicar: la capacidad de cortar esos hilos y tejer tu propia realidad.
Y eso, querido lector, es lo único que verdaderamente importa.
«La mente que se abre a una nueva idea jamás vuelve a su tamaño original» – Albert Einstein
La pregunta no es si puedes despertar. La pregunta es: ¿estás listo para abrir los ojos?