La historia musical personal, va construida por los arquitectos que mejor interpretan el sentimiento, sin conocernos, nos describen y nos humanizan y nos hacen amar los detalles mas intensos de nuestras vidas.
Todo tiene sus momentos y escuchar música desde los recuerdos albergados en la memoria tiene los suyos.
Son las palabras armonizadas con los instrumentos que describen nuestras experiencias o las que son parte de las historias de otras personas pero que igual, calan en nosotros como si fueran nuestras.
Es cuando el talento de los seres especiales nos hacen identificar esos pasajes con un mundo divino, porque los ejecutantes son lo más cercano a una deidad, por su capacidad de generar notas afiatadas y palabras con tonalidades que se afirman con la música y más con nuestros sentidos y nos forman imágenes vivas.
Es en ese terreno que el bolero se convierte en la expresión más intensa del dolor o de la felicidad, de la ternura o del erotismo, del miedo a perderlo todo o a luchar por todo.
Por ello, los interpretes de este ritmo musical se convierten en narradores de lo mejor que nos pasó o que nos está pasando.
En la música de mi vida, Tito Rodriguez, Cheo Feliciano, Gilberto Santa Rosa y Hermann Olivera, se relevan permanentemente la intensidad de mis sentidos, y es Tito quien ocupa el origen de todo ese estilo que hace sufrir y gozar.
Hoy lo celebramos, son mas de 100 años de su nacimiento y hay razones para estar agradecidos porque pasó por este paraíso de los extremos llamada vida.
Hoy te escuchamos y te sentimos más que antes querido Tito.
