¡MI PRIMERA VEZ!

¿Dónde?, ¿Cómo?, ¿Cuándo? y ¿Con quién fue mi primera vez?-

Recordar este hecho trascendental de la vida, para todos debe ser lindo, contárselo a todos tus amigos debe ser atrevido; seguramente, por un lado, mis amigas las mañosas: Carmen Mariela, Cinthya Velarde y Marizabel Hurtado ya deben estar curiosas por saber el ¿Con quién?; y por otro lado mis amigos los “Magalys”: Genaro Arbieto y Carlos Machaco Salcedo (creo, este último, hasta ahora no ha tenido su primera vez) desean saber el ¿Cómo? para compararse y jactarse de que ellos duraban más, tenían mejor estilo o en general fueron mejores.

Ahora voy a tratar de hacer memoria y recordar cómo fue mi primera vez, primera vez que me hizo vencer el miedo ya que el haber debutado me permitió ser bueno y luego reconocido por todas y envidiado por todos, pero sobre todo me permitió ser feliz, muy feliz y recordarlo ahora me retorna a ese cariñoso momento, ese gusto que sentía cada vez que lo hacía.

Mi primera vez, creo fue y empezó cuando nací, seguramente lloré como todos y fue por hambre, es decir he “huajateado” porque quería “lactar”, supongo que por ello a los que lloraban en el colegio les decíamos “mira ese Huajate”.

Recuerdo también ya pasados los 4 o 5 años, con prístina memoria, los juegos que solíamos practicar, ya sea en el barrio o en el colegio, cuando jugábamos a:

  • Los trompos, se jugaba “a tacas” y si no sabías cuál era la distancia que tu cordel y trompo tenía cuando lanzabas a bailar apuntando al escupitajo que dabas en el piso donde los participantes “chocaban”, que era hacer caer el trompo bailando lo más cercano posible al “chocce”, si perdías entonces estabas condenado a poner tu trompo al medio de la “Troya” que era el círculo que trazabas y que servía como meta final a la cual llevabas al trompo perdedor a pura “sonccaditas”. Tenías que medir la distancia del cordel con precisión de trayectoria balística hacia el trompo del oponente, entonces perdías si no lo sacabas al trompo de la Troya con un “huactaso”. Es ahí, donde aparecían nuestros “mochancos” para sacrificarlos cuando nos “tacaban” sin afectar lo “pajita” y “utinchu” de nuestros trompos titulares.
  • Los tiros, así es como se conocían a las bolas o canicas. Si tenías dentro de tu colección a una “lechera” eras un lechero, pero lo más probable es que tengas muchos tiros “cascas” y por ahí algunos “chillandais”. Si jugabas “cuarta y peta” sin “langas” eras bueno, si hacías “langas” eras tramposo. Cuando tu tiro “tancayllo” iba deslizándose por la tierra perdiendo fuerza o velocidad, empezabas a darle ánimo vociferando “cuti cuti cuti”. Los “ñocos” era un juego de tiros de antaño preferido por niños, hoy los ñocos son juegos muchas veces preferidos por viejos.
  • Sopletes; una vez al año venía la temporada de armar tus sopletes, lo que los dueños de ferreterías agradecían muchísimo pues vendían más tubería PVC que en todo el año, incluso el señor Miranda (esquina frente a Correos) vendía sopletes ya hechos y hasta con telemiras incluidas. Así jugabas añoradas guerras entre bandos o entre salones, dejando el patio del colegio llenos de cartuchos o pedazos de papel, pero sobre todo dejando los cuadernos sin hojas, hojas que supuestamente servirían para fines académicos.
  • Camino a las partes altas del Chinchichaca en busca de un lugar idóneo para construir pozas con “champa” y “piedras” que a la postre sería tu piscina en tiempos de lluvias se jugaba a Armar tus “chanta perras”, era un juego improvisado que se armaba cuando en el campo paseabas; tal vez muchos no jugaron con ello pero los que fuimos salvajes sí lo hicimos. Una “chanta perra” era coger una espina de la “penca”, coger el pistilo de una flor amarilla de hojas espinosas (creo que se le conocía como “allcco quiska”), insertabas por un extremo la espina y en el otro insertabas un “ichu” o “paja” que servía como guía para mantener la dirección del dardo que habías fabricado y que usabas para lanzar usando como bull los testículos de los “juchis” que por los alrededores de la ciudad pastaban.
  • Coches; jugar a los coches era otra increíble temporada. Armabas tus mejores bólidos con las chapas de cerveza cusqueña, de la kola inglesa, de la Inkakola o Coca-Cola pero si eras “milluco” tu coche era de envase metálico del vickvaporub o de las vaselinas que vaciabas de tu casa; pero independientemente de la tecnología mecánica de tu coche, todos tenían una particularidad en común que era el relleno que debían tener para darle consistencia y estabilidad, relleno que se hacía con las “cáscaras” o gomas internas de las chapas para darle el peso adecuado para afrontar las curvas cerradas, debías masticarla un poco para que se agranden y puedas amontonarlas dentro de tu coche para moldear lo que sería tu carta de presentación previa a la competencia; eso sí, antes tenías que pintarla con lapicero si eras Henry Bradley, Meteoro, Match 5, etc. Pero si no tenías las cáscaras de las chapas, recurrías a conseguir en las calles cáscara de naranja, lo pisabas con la chapa como molde y listo. Lo curioso es que estos coches tenían tanto valor, mientras más cáscaras almacenaban.

Recuerdo que en las veredas y patios de la Capilla del Señor de la Caída se dibujaban los circuitos de carrera con obstáculos incluidos, para ello mis amigos (Wiccsa, Rejas, Pikiloccoso, Jecha, Cacana, Cherry, Pedo, Nocono, Pescado, Negro, Carnero, Boccla, los Huevos, etc.) al no tener tiza para pintar, obtenían pedazos del estucado con yeso que se ponían en las paredes, estos se desprendían con la mano o usando una piedra como pico, jajaja., el objetivo era sublime, el contar con el circuito de carreras más largo e intrépido, donde competías por una cáscara de chapa pintada, o una cáscara de naranja, los cuales significaban el honor del propietario, es decir si no te pagaban o pagabas, terminabas “mechándote”. Hoy mis hermanas me recuerdan esos pasajes de mi vida, ellas me dicen te acuerdas que te peleabas por una cáscara de chapa de cerveza?, o una cáscara de naranja que recogías del piso? jajajaja.

  • También se viene a mi memoria la temporada del “Soplamocos”, si mal no recuerdo el “soplamocos” era un juego poco diferente menos divertido para mi gusto pero sí más fastidioso y asustadizo para el amigo; era doblar una hoja de cuaderno de forma tal que cuando tirabas o sacudías ésta, cogiendo entre dedos de los dos extremos que formabas con los dobleces y sonaba “plop” agarrando desprevenido al amigo y asustándolo en plena clase.
  • Otro hermoso episodio, donde mi primera vez fue en el colegio y que recuerdo era increíble y muy arriesgado, era la época de los “farfanchus”; arriesgado porque alguna vez los jugadores podían cortarse la mano y por ello los profesores lo prohibían. Hacer tu farfanchu era pisar con el taco de tu zapato y buscar aplanar una chapa de cerveza o gaseosa que luego lo completabas con una piedra que servía de martillo. Una vez que lograbas convertir tu chapa en un disco le hacías 2 huecos casi concéntricos usando un clavo y la misma piedra como martillo, luego insertabas un pedazo de hilo, lana o lo que disponías que servía de faja motriz del disco de corte que habías creado y ya!: así tenías, previa afilada de todo el borde usando como esmeril las veredas del colegio, el juguete más sonoro y bello que maniobrabas entre los pulgares de ambas manos, con el objetivo de cortar el hilo del contrincante.

Así hubo muchos juegos y nomenclaturas propias de los “pikisiquis” que valdría la pena recordar; juegos como el famoso: “Plic plac”, “pakanqui”, “mundo”, “chanca la lata”, “San Miguel”, etc., juegos que se jugaban entre todos, niños y grandes. Especial recuerdo tengo del juego “bata” que de solo recordarlo me trae alegrías y nostalgias, pues evoca a mi memoria a mis “grandes” amigos de la calle Santa Rosa, amigos entrañables en un juego que era la admiración de otros barrios por lo unidos y la cantidad de gente que aglomeraba y que jugábamos juntos incluso con invitados. El contarse historias hasta altas horas de la noche, sentados en los troncos del aserradero era enriquecedor. También están las “calaveritas”, simplemente…, !!!Uffff que historias!!!!. Recordarlos merece ser plasmado en otro momento porque hay que dedicarles el capítulo con letras de oro y escrito en los pergaminos de nuestro corazón.

Otro impresionante juego que solíamos practicar era “las guerritas” con “tancas” usando como escenario el bosque, cual Guerra del Vietnam, existía en la casa del Sr. García, donde vivían un tiempo los “Jachus” y luego los Ligarda, Este juego sí que era de machos, porque usábamos higuerillas y hasta piedras como artillería, donde los soldados eran mis “valientes” amigos de la Capilla del Sr. de la Caída, nombrarlos sería correr el riesgo de olvidar mencionar a algún miembro del pelotón enemigo o del batallón amigo, que al unísono del “ti ti ti ti ti para alistarse, ti ti ti ti ti para la guerra” empezaban con los más cruentos enfrentamientos que hasta llevó a Calulo atenderse en el hospital por quedar realmente herido. Recordarlos bien merecido lo tienen, así como recordar las tardes gloriosas de fútbol usando como arco el portón de La Capilla con “Paredón” incluido, pero para ello faltaría papel que espero contar en otra historia y con más detalle, donde cada episodio sería la medalla de honor que se han ganado en mi corazón cada uno de los protagonistas.

El haber vivido y compartido tu niñez, infancia y pubertad con abanquinos amigos es toda una invaluable experiencia, vivencias que jamás se volverán a repetir y menos con el paso del tiempo, menos si cada vez nos adaptamos a la modernidad que trae consigo nuevas costumbres, nuevas músicas, nuevos círculos sociales, etc., o simplemente por tenerlos lejos, algunos amigos incluso viviendo en el extranjero. Etapa de nuestras vidas con vocabularios aquellos, lenguajes propios empleados, juegos practicados, que hoy ya no se tienen; todo está siendo reemplazado por la tecnología, los videojuegos, etc. Sólo queda en el recuerdo de las personas de nuestras generaciones que en Abancay disfrutaban de caminar en las calles, de asistir al cine en las tardes, de bailar en el Club Unión, Law Tennis, Artesanos, de jugar en el pinki, de nadar en la Cristal, nadar en el Fogón, o en la piscina Ochoa y a veces en la Riñón, generaciones que disfrutaban de juntarse en la Plaza de Armas, La Capilla, el Ampay y compartir historias de antaño que enriquecían las amistades, de asistir a las noches deportivas, pero sobre todo de caminar de la mano de tu enamorada (o) por las calles de Abancaycito mostrándose orgulloso(a) de estar creciendo dejando la inocencia y sencillez propia de entonces para pasar a otras etapas maduras pero manteniendo siempre el respeto con que fuimos criados.
A estas alturas las 5 personas curiosas arriba mencionadas deben estar decepcionadas porque seguramente no pude satisfacer sus deseos libidinosos, jajaja, aunque el Machaco aún no sabe de lo que hablo y debe estar llamando a todos por teléfono para preguntar qué quiere decir “¿tu primera vez?”.

Pero ya tratando de satisfacer su curiosidad, para ellos mi primera vez en muchos juegos y experiencias de la vida fue:

¿El dónde?, entre los 3 sitios más exquisitos que recorrí: el colegio Miguel Grau, La Capilla del Señor de la Caída y la hermosa calle Santa Rosa con su barranco incluido.

¿El cómo?, de la mejor manera y bendecida que me tocó experimentar, simplemente jugando.

¿El cuándo?, en una época de inocencia, paz, tranquilidad y felicidad plena que se disfrutaba y que hoy y siempre vale rememorar.

¿El con quién?, con ustedes, mis amigos abanquinos, los mejores amigos y personas que todas las generaciones actuales quisieran tener para su vida infante poder enriquecer.

Entradas relacionadas

EL BOSQUE SE QUEMA

NUNCA MÁS

LOS ÁNGELES CON ZAPATOS

Este sitio web utiliza cookies para mejorar su experiencia. Suponemos que está de acuerdo, pero puede darse de baja si lo desea. Seguir leyendo