Nacer en el Perú es asumir la impostergable e ineludible responsabilidad de encarar con serenidad y sobriedad todas las furias y ambiciones de carácter social, político, económico, amén de los embates de la naturaleza y cuando ocurren nos sirven para reconfortar más nuestra templanza, fraguada para afrontar todos los infortunios, como lo viene demostrando estoicamente nuestra raza.
Nacer en el Perú es asumir tácitamente el desafío, como año ha lo hicieron los que nos precedieron, de saber asimilar con seriedad todas las experiencias, comportamientos, actitudes, gestos de gentes que sin conocer nuestra identidad, nos quieren imponer otras vivencias y otros comportamientos en forma irreverente, sin tomar en consideración nuestra milenaria tradición.
Nacer en el Perú es tener plena conciencia y seguir asumiendo la responsabilidad de ser los más genuinos herederos y a la vez celosos defensores de todo el Patrimonio Material y Espiritual que nos legaron nuestros ancestros y que muchas generaciones antes de ahora se inmolaron cuando pretendieron mellar nuestra integridad.
Nacer en el Perú es ser prudente y observar pacientemente cómo ciertos personajes con un superlativo desconocimiento de las raíces de nuestra herencia étnica, experimentaron con filosofías decadentes y trasnochadas y no conformes con estos desaciertos, aún algunos obcecados siguen tercamente jugando a una supuesta reivindicación.
Nacer en el Perú es sentirnos seguros que aún estamos respirando los efluvios del pasado de nuestra cultura, que fue fundada en el epicentro más connotativo de América, poseída de un magnetismo sin precedentes y donde está por un especial designio la fuerza telúrica más indomable de la cual cada día nos nutrimos y aún se mantiene intacta y que ni los siglos, la marginación y la indiferencia lograron minar su inquebrantable consistencia.
Nacer en el Perú es ser consciente de lo que realmente constituye nuestro pueblo, donde hace miles de años, como producto de una prolongada meditación, se iniciara una de las experiencias más extraordinarias en el campo de la arquitectura, escultura, pintura, música y literatura, escoltada por principios éticos y morales únicos y aún no superados.
Nacer en el Perú es reconocer que estamos pisando aún el mejor suelo de América, y donde está renaciendo la Patria Nueva, donde todos unidos volveremos a ser lo que fuimos, rescatando nuestras tradiciones, nuestros sentimientos, valores y honestidad de los que nos precedieron.
Nacer en el Perú es estar dotado de una especial mística para asimilar nuestras vivencias y proyectarlas al futuro, después de haber contemplado cómo se jugó a la revolución con nuestro pueblo, se pretendió implantar otras doctrinas, otros sentimientos: religiosos y filosofías de reciente experimentación que nunca tuvieron un final feliz, ni en las latitudes que las concibieron, faltándole el respeto a una meditación de siglos como la que ostenta nuestro Perú Eterno…
Nacer en el Perú es saber que el mejor oro se quedó felizmente aquí, que está volviendo a deslumbrar, con especial brillo, y es del mejor de los quilates y está inexplicablemente en cada auténtico peruano, esperando únicamente su oportunidad para volver a resplandecer como en otrora.
Y como dijo César Vallejo, «Prepárate que ya llegará el día»
Tomado del libro:
Huanqui Hurtado, M. (2014). El oro oculto del Perú. Arequipa: Adrus D&L Editores.
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