Para algunos de nosotros, la navidad es la mejor fiesta del año, sobre todo, si en nuestro interior, queda algo del niño que alguna vez fuimos. Pero, si ese niño interior está enfurruñado y escondido, es hora de alegrarlo, recordando esos momentos mágicos en los que todos parecen quererse, perdonarse y reconciliarse con Dios, recordando su nacimiento en un humilde pesebre de Belén.
Los regalos
Pero concentrémonos en lo bueno de la navidad, los regalos no son lo más importante. Lo que es realmente importante es compartir.
Así que no andemos como patos sin cabeza, corriendo de aquí para allá, buscando los regalos más caros, más exóticos o que sean únicos.
¡Alto ahí! No caigamos en la trampa del consumismo desenfrenado, eso es algo que solo conviene a los comerciantes, no es el deseo del Niño Dios.
Aún hay tiempo felizmente, entonces no nos lancemos a comprar cualquier cosa, planifiquemos, hagamos una lista de regalos poniéndole una buena dosis de cariño y creatividad, dejando de lado las actitudes banales, el afán de presumir y el estrés de buscar el regalo más caro.
Intercambio de regalos
Una buena costumbre que se suele hacer en esta época, es el intercambio de regalos, podemos participar en uno o más, pero hagámoslo con conciencia, no para salir del paso, entregando algo que tenga un significado y un valor especial. Normalmente, se sortea entre los participantes el nombre de alguien del grupo, aunque nunca faltan los tramposos que buscan regalar a alguien en específico o evitar a quien le cae antipático. A veces, se da pequeños regalitos, antes de un buen regalo que se da en la reunión de fin de año.
La magia de la decoración navideña
Las damas tienen un partido aparte en esta actividad, en la que los varones poco tenemos que ver, excepto a veces, como simples obreros, cuando se nos requiere. Todas, quieren que sus hogares parezcan salidos de las páginas de una revista o de un cuento de hadas. ¡Pues manos a la obra! Pero tampoco hay que gastar una fortuna en decoraciones carísimas, ni menos hacer que haya que andar de puntillas en el hogar para cuidar esa decoración. Dejemos que nuestros niños, y también al niño que llevamos adentro, jueguen y creen sus propios adornos. ¿Quién dijo que una piña no puede ser un reno navideño? Aquí, la imaginación es el límite.
El Gran Banquete Navideño
Esa es otra preocupación que suele interesar más a las damas que a los caballeros. Aunque en los tiempos más recientes, cada vez, va perdiendo valor la hermosa tradición de prepararla en casa, reemplazándola por la practicidad de comprar comida hecha, en algún restaurante o por alguna de las talentosas expertas culinarias de nuestro medio.
A mi en lo particular, no me gusta el pavo, pero con que ansia lo esperaba viendo el amor y el esfuerzo que ponía mamá en cada detalle, en el relleno especial con almendras, guindones y no sé qué exquisiteces más, el puré de manzana, la ensalada de pallares y beterraga, y otras delicias, además de los champagnes con los que mi padre brindaba con nosotros.
Pero la preparación venía de mucho antes, criando el pavo y las pavitas en el corral del fondo, con su eterna cantaleta de «Josefita… ¡chau! ¡chau! ¡chau! ¡chau! ».
El día previo a la cena navideña, había que emborrachar al pavo para que su carne estuviera más deliciosa. A mi primo Guido, el matarife oficial de la familia, mi papá le sacó un «colgadura», diciendo que, en una ocasión, habiendo regresado a casa después del mediodía y esperando encontrar el pavo desplumado, se sorprendió al ver que este, estaba aún con vida, y cuando pregunto porqué a mi primo Guido, este, tan borracho como el pavo, abrazando al plumífero respondió: «¡A mi compadre, nadie lo toca!»
Pero ¡qué lindas son siempre esas reuniones!, en las que disfrutamos de una sabrosa comida entre toda la familia, y a veces, con los amigos más cercanos o algún ocasional visitante.
Sin duda, una bendita razón más, por la que todos esperamos la Navidad con ansias.
Y otro tema son los ricos panetones, que ya están en vitrina en la pastelería de las madres Carmelitas, en la Av. Arenas. ¿A quién no le gusta disfrutar de una leche con chocolate de puro cacao y su buena taja de panetón?
Sin duda, está época es la pesadilla de mi endocrinólogo, y ¡cuidado!, no hay que excederse, pues no solo sufrirá nuestra salud, sino también los sufridos botones de camisas y pantalones, y de blusas y vestidos en el caso de las damas. Bien me dijo me sobrino André «Tío, esos tus botones son realmente heroicos».
El Poder de la Tradición Familiar
Las tradiciones son como ese abrazo cálido que te recuerda que estás en casa. En mi familia, los más pequeños cantaban, declamaban o bailaban.
Luego, venía la disputa por ver quien recogía los regalos de bajo el árbol y los entregaba a sus destinatarios, y en eso tenían que aplicar mucho ingenio. ¡Eran risas garantizadas!
Todos terminábamos cantando villancicos en coro, mientras quemábamos las «Luces de Bengala». He de confesar, sin embargo, que siempre estuve tentado de hacer un concurso entonces, con premio para el más desafinado.
Cada hogar tiene lo suyo y esas tradiciones llenan el corazón de alegría y son parte de tu Navidad.
La Espiritualidad en Medio del Jolgorio
La espiritualidad no significa encerrarse en un monasterio y rezar todo el día (a menos que eso te haga feliz). Tampoco en meditar, hacer ayunos o sufrir suplicios, no. La espiritualidad está en encontrar momentos para reflexionar sobre lo que realmente importa en esta época. ¡Hay tantas formas de hacerlo!
A veces, un paseo tranquilo bajo las estrellas puede ser más espiritual que cualquier ceremonia religiosa.
Preparémonos para sentir a Cristo y sentir su mensaje, regocijándonos en el nacimiento de nuestro Salvador, el Hijo de Dios, nuestro Mesías. que nació en un pesebre y vivió una vida perfecta. Meditemos en su influencia en el mundo y en nuestra vida. Es tiempo de reexaminarnos y evaluar nuestros pensamientos, sentimientos y hechos. También es un tiempo de recuerdo, de gratitud y de perdón. Y estemos listos, aguardando con anhelo su venida.
¡Pa’su!, ¡Hasta parezco cura!
El Niño Manuelito
Como imagen destacada de este articulo está el Niño Manuelito o el Niño de la Espina. En el Cusco, en esta época, los artesanos exhiben y venden las esculturas de un niño con el rostro lleno de lágrimas, intentando quitarse una espina que lleva clavada en un pie.
Nació de la imaginación del escultor e ingeniero Antonio Olave, inspirado en un relato de la gente de campo, que cuenta de un niño que aparecía para jugar con otro y ayudarlo con sus labores campesinas, en especial con el hilado de lana de oveja. Dicen que los padres de este, sospechando algo extraordinario por la gran calidad del hilado, fueron a aguaitar a su hijo y lo vieron con un niñito hermoso que, para consolar a su retoño de una espina clavada en el pie, él también se clavó una. Esta historia andina muestra la capacidad de sacrificio que tuvo Jesús desde niño.
«Manuelito» viene de «Emmanuel» que quiere decir Dios con Nosotros.
Dar con Amor
Ni siquiera para los niños, la Navidad es solo recibir.
Navidad debe ser sinónimo de compartir. Hay más alegría en dar, que en recibir.
No hay que tener un presupuesto millonario, un gesto de cariño puede hacer la diferencia, regalar algo de tu tiempo, tu apoyo y sobre todo, tu amor, eso es lo que más se valora.
Es bueno regalar a tus seres queridos, pero ¿Por qué no a quienes no los son, pero que probablemente, lo necesiten más?
La Navidad resplandeciendo en tu corazón
Así que, queridos amigos, no seamos víctimas del consumismo desenfrenado, no todo es gastar, comer y emborracharse. Dejemos el egoísmo y la vanidad, la clave está en disfrutar, no en competir.
Hay mucho más, que a veces, por codicia o necedad, no estamos disfrutando.
¡Celebremos una Navidad creando nuestra propia luz para los demás, con mucho amor, risas, lágrimas también y momentos inolvidables!
¡Que las luces brillen en nuestros corazones mucho más que en los árboles, y que esta sea una Navidad que atesoraremos en nuestros corazones y recordaremos por siempre!