PROGRESISMO VS TRADICIÓN

Arte y fe en conflicto: la polémica en torno a una obra blasfema

La obra «María Maricón» , programada en la Pontificia Universidad Católica del Perú, generó controversia por su contenido considerado blasfemo, al reinterpretar figuras católicas y explorar el conflicto entre religión y género. El afiche de la obra, que incluía imágenes alusivas a la Virgen María, provocó protestas de grupos religiosos y políticos, llevando a la universidad a suspender el evento y pedir disculpas por el «mal uso de símbolos religiosos».

Esta propuesta fue percibida por miles de fieles como un ataque deliberado a sus creencias. En respuesta, se organizaron vigilias y rezos públicos en defensa de la Virgen, uniendo a católicos, evangélicos y hasta a algunos agnósticos en un acto de desagravio.

La Conferencia Episcopal Peruana y el alcalde de Lima también expresaron su indignación, calificando la obra de «afrenta gravísima».

El Ministerio de Cultura, tras evaluar la controversia, decidió retirar su respaldo oficial a la obra, un gesto que fue aplaudido por quienes defendieron los valores tradicionales.

En medio de esta situación, las declaraciones del cardenal Carlos Castillo generaron una ola de reacciones encontradas. Mientras los fieles esperaban un respaldo contundente de su líder, este criticó la intervención del MINCUL y calificó las protestas como exageradas, sugiriendo evitar actitudes extremas. Además, consideró que la obra contenía aspectos interesantes para ser debatidos, postura que fue interpretada por muchos como un gesto de complacencia hacia el progresismo cultural que, según ellos, busca erosionar las bases de la fe cristiana.

El incidente expone una profunda división en torno a cómo la sociedad y la Iglesia deberían enfrentar los desafíos culturales modernos. Por un lado, los fieles defienden con fervor sus creencias y tradiciones; por otro, las altas esferas eclesiásticas parecen optar por un enfoque más conciliador y crítico con sus propios seguidores. Como resultado, la polémica ha dejado al descubierto no solo la tensión entre modernidad y fe, sino también una creciente insatisfacción hacia el liderazgo eclesiástico actual.

Apena ver cómo algunos sacerdotes, llamados a ser pastores de su grey, terminan pareciendo más interesados en agradar a las modas ideológicas del momento que en guiar espiritualmente a sus fieles. En lugar de ser faros de luz y firmeza, se convierten en expertos malabaristas, equilibrando discursos progresistas mientras su rebaño, confundido, busca protección y claridad. ¿Será que, entre tantos libros de teología moderna, olvidaron el Evangelio? O quizá les resulta más cómodo el aplauso del mundo que el deber incómodo de defender la fe que juraron custodiar.

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