Pedigüeño de los Andes, rico de sueños y leguas, que en tu talega atesoras improperios y monedas. Trovador de la “Mamacha”, ángel cobrizo con quena, sobre tus lomos de bronce, ¡qué dulce carga te llevas!
Cuando oyen tu canto quechua, el pueblo sale a la calle por ver dónde has robado el colosal diamante.
Nunca te pudo el Maligno, loco de amor sin remedio, tu cerviz solo se humilla ante la Reina del Cielo.
Sebastián, que Dios te premie, por ese Don que compartes con los hijos de tu tierra, con la tierra de tus padres.
Dicen te dio calentura, mendigo en tierras lejanas: de fiebre de amor has muerto, con un rejón de nostalgia.
Tus huesos hechos polvo al pie de tu Amada yacen, como la piedra primera del templo que soñaste.
Aguarda que Ella exhale sobre tu polvo su aliento por que tus pobres cenizas, se vuelvan llamas de nuevo.