RUTA DE LAS HACIENDAS

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Sus características climáticas, fructíferas tierras y paisajes de singular belleza, hace que quien visite estas tierras, desee quedarse para siempre por estos lares.

Así sucedió con algunas familias ricas y de ascendencia extranjera, que se hicieron cargo de las antiguas haciendas que ya existían desde la época de la colonia o que formaron otras nuevas, con mucho éxito.

Con esto se propició un interesante sincretismo cultural que proporcionó peculiares características étnicas y costumbristas, que persisten hasta ahora, creando tradiciones singulares al haberse amalgamado sus costumbres foráneas con las propias del pueblo. Es curiosos notar como perduran estas costumbres pese a que los ricos hacendados se marcharon hace mucho tiempo, cuando sus aparceros despertaron del letargo en que habían estado sumidos durante siglos y reclamaron sus derechos, aún antes de que el gobierno de Velazco les arrebatará sus propiedades.

Sin duda, los rezagos de lo que fueron las grandes haciendas, constituyen hoy, uno de los mayores atractivos turísticos de Abancay, en lo que se ha denominado Ruta de las Haciendas.

Abancay producía productos agropecuarios de gran calidad. Figuraba con especial brillo la Caña de Azúcar, en base a la que se producía AguardienteChancacaMelaza y Azúcar con calidad de exportación, siendo, en su momento, el producto de la Hacienda de Yaca el más renombrado y preferido en la élite de España.

Como se dijo antes, antes, las ricas familias de raíces europeas dejaron su impronta en las tradiciones, costumbres religiosas y jubilosas fiestas que aquí se celebran, entre las que resaltan las fiestas de carnavales abanquinos nombrados como Los más alegres del Perú.

El buen gusto de estas familias dejó también huella en la exquisita gastronomía, quizás por el celo que pusieron las matronas en transmitir sus recetas de madres a hijas, costumbre que aún persiste.

Entre las delicias con recetas de antaño, figuran el tallarín «hecho en casa», gran variedad de pastas y panesdulces y compotaslicores y la particular sazón en la preparación de carnes y vegetales.

En fin, hay mucho que contar de esas haciendas y hacendados que un día dieron a los salones abanquinos el esplendor de los europeos, con boato y refinado gusto, mostrado en exquisitas representaciones de arte y cultura, música y artes plásticas.

José María Arguedas refiere algo de ello en su obra, cuando cuenta su llegada a la Hacienda de Patibamba.

Otra hacienda que figura con luz propia, es la Hacienda de Illanya, con su exquisito estilo arquitectónico francés y recientemente restaurada por el Ministerio de Cultura, que la ha convertido en un museo de sitio.

También estaba la Hacienda San Gabriel, aunque hoy, lamentablemente está en ruinas, pero aún puede distinguirse entre la campiña del valle de Pachachaca sus muros, torreones, arcos de piedra y recias paredes.

Mejor suerte ha tenido la Hacienda de Yaca, que destaca por su iglesia y por su casa solariega que muestra el esplendor de una época dorada, y recias paredes que se resisten a caer pese a los años transcurridos.

Visitar las haciendas es algo que hay que hacer en esta zona de clima cálido y leyendas subyugantes.

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