¿TE GUSTA TENER MUCHOS AMIGOS?

Amigos verdaderos no son esos números que engordan tu lista de contactos en las redes. Un amigo es aquel que conoces en persona, con quien compartiste un café, una lágrima o una risa que aún resuena. Es alguien que te ha demostrado, con hechos y no con clics, que su afecto es genuino y recíproco. Los demás son solo presencias digitales, rostros en la pantalla. Algunos podrían convertirse en amigos algún día, pero no confundas el aplauso virtual con el abrazo sincero.

El mundo digital es experto en fabricar espejismos. Si una tarde aparece en tu bandeja la solicitud de una mujer deslumbrante, no es que tu foto de perfil haya sido nominada a un certamen de belleza ni que el azar te haya hecho irresistible. La verdad suele ser menos romántica: son traficantes de datos, mercaderes de la ingenuidad, delincuentes que disfrazan la trampa de simpatía. Y tampoco se libran las damas: de pronto surgen caballeros de revista, con sonrisas impecables, que en realidad son estafadores hábiles con el teclado.

Nunca aceptes a alguien que no conoces. Basta un clic para abrir la puerta al desastre: virus, troyanos y programas invisibles que se infiltran en tu computadora o celular para saquearlo todo. Fotografías, documentos, cuentas bancarias, contraseñas de servicios y hasta conversaciones privadas pueden quedar en manos equivocadas. Con esa información pueden chantajearte, extorsionarte o vaciar tus recursos en cuestión de minutos.

Peor aún, existen trampas más discretas: los keyloggers, programas que registran cada tecla que pulsas. Mientras tú escribes confiado tu contraseña, ya está viajando hacia el buzón del delincuente. Para ellos, un juego de niños; para ti, una catástrofe.

Internet no solo es terreno de ladrones silenciosos. También es refugio de identidades falsas, de ciberacoso, de coacciones disfrazadas de amistad. Detrás de una fotografía robada puede esconderse un adulto con intenciones turbias, un acosador, un pedófilo o incluso redes organizadas de explotación. La ingenuidad, especialmente la de los más jóvenes, es el banquete predilecto de los depredadores digitales.

Y aquí surge la parte más delicada: los niños. Entregar un celular o una laptop sin supervisión es como poner en sus manos las llaves de una ciudad desconocida, sin advertirles que hay callejones oscuros. Ellos no poseen aún el radar necesario para detectar el peligro.

¿Qué hacer entonces?

  • Acompáñalos en sus primeras navegaciones, como quien enseña a cruzar una avenida transitada.
  • Configura controles parentales y limita el tiempo de conexión.
  • Enséñales, con paciencia, a rechazar solicitudes de extraños y enlaces sospechosos.
  • Recuérdales que una foto privada jamás debe compartirse, ni siquiera “por broma”.
  • Y lo más importante: conversa con ellos. No desde la autoridad rígida, sino desde la confianza. Que sepan que pueden contarte, sin miedo, si alguien los incomoda.

La red es un océano inmenso: puede ser fuente de conocimiento, creatividad y encuentros maravillosos. Pero, como todo mar, guarda corrientes traicioneras. Confucio lo resumió con sabiduría: «El hombre prudente se previene de los males lejanos». En internet, la prudencia es más poderosa que cualquier antivirus.

Así que ya lo sabes: selecciona con cuidado a tus amigos digitales, protege tus claves, educa a tus hijos y no te dejes seducir por perfiles demasiado perfectos. Porque, seamos francos: si una modelo de pasarela aparece súbitamente en tu bandeja de entrada, no es el amor tocando tu puerta… es la estafa llamando a tu timbre.

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