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Un buen sacerdote celebra su jubileo con un testimonio de vida
En la Diócesis de Abancay, quienes concurrimos a la Catedral del Sagrario, frecuentemente disfrutamos de las misas oficiadas por el padre Guillermo Vera, con muy sustanciosas y sentidas homilías que calan en el corazón.
Pero antes, él transitó por el corazón de los Andes, por caminos que serpentean entre montañas, rios y lagunas, donde el viento lleva consigo el delicioso aroma del campo junto con antiguas oraciones y canciones quechuas.
El padre Guillermo cumple hoy treinta años de una vocación marcada por la entrega silenciosa y el servicio desinteresado.
El sacerdote que en 1995 recibió el sacramento del Orden en la Catedral de Abancay, celebra tres décadas de vida misionera con un gesto profundamente simbólico: la publicación de su testimonio titulado “Sacramentos en los Andes”.
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No es un libro más. Es un compendio de vivencias, pequeñas luces encendidas en comunidades olvidadas por el tiempo, donde la fe sigue latiendo con fuerza gracias a quienes, como él, han elegido ser sembradores de esperanza. Lejos de buscar protagonismo, el autor se define a sí mismo como un siervo humilde que, con sencillez, ha celebrado los sacramentos «en los pueblos olvidados en los Andes de nuestra serranía».
Su carta abierta, compartida con sensibilidad y gratitud, no es solo una nota conmemorativa: es un llamado a valorar lo esencial, a mirar con respeto el rostro de la misión cristiana cuando esta se vive en lo alto del mundo, entre caminos polvorientos, risas de niños quechuas y silencios que solo Dios escucha.
«Sacramentos en los Andes» es más que un libro; es una ofrenda. En sus páginas, el lector encontrará no solo relatos de fe, sino también destellos de una cultura viva, en la que la liturgia se funde con la tradición, y donde el Evangelio ha sido anunciado con la ternura de quien ama a su pueblo.
A los lectores de espíritu abierto y a los amantes de la literatura apurimeña, se les invita a recorrer estas memorias con el corazón.
Este libro no es el primero, el padre Guillermo ya publicó otros con su sapiencia y sensibilidad poética.
Como bien lo expresa él, agradece las oraciones y bendiciones de tantos, este aniversario no es solo suyo, sino de todos los que han caminado junto a él en esta fecunda misión.
Treinta años después de aquel 30 de abril, la fe sigue sembrándose entre las montañas.
Y hoy, como entonces, brota en forma de palabra, de sacramento y de testimonio.
¡Feliz aniversario padre Guillermo, gracias por su entrega y dedicación!