UN ANHELO BAJO LA LUNA AREQUIPEÑA

por S. Doroteo Borda López
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Reinicio

Ya es de noche y el telón de fondo es el volcán Misti de Arequipa.
Estoy a la espera en mi balcón. Tengo una cita con la luna. Pasan los minutos y cuando sopla un aire fresco, el Misti empieza a exhibir finamente su silueta. Detrás del volcán, la luna nace poco a poco. Parece que el monte está dando a luz y, cuando finalmente la deja salir, la luna empieza a transformar el ambiente oscuro derramando sus haces de plata pura. ¡Sí, el monte acaba de parir a la luna! Ella, blonda y soberbia como nunca, emprende su marcha silenciosa por el cosmos. En eso, una mota blanquecina de nube concursa con ella; pero se avergüenza de la disputa y prefiere huir deshilachándose, dejando sola a la luna reinar en el cielo arequipeño.
Mientras el satélite de argento traza su trayecto, en las calles de Cayma, los postes poseen pequeñas estrellas, que también pintan de amarillo las casas. ¡Hay que detener el alma, pues el espectáculo es bonito!
En la casa de enfrente, hay una ventana que se abre y cierra con frecuencia. Una anciana asoma la cabeza, mira hacia la calle y contempla a la blanquecina luna. Imagino sus ojos deseosos de mirar y sus canas de mismo color de la luna. La dama teme a algo o alguien y cierra su ventana. ¡Debe seguir encerrada en su cárcel! También en la azotea de enfrente, mirando a la luna, un perrillo escuálido ladra y ladra como un loco. Parece que tiene celos de la luna.

El Misti sigue ahí, sin inmutarse. En muda vigilia, custodiando la ciudad. El espectáculo nocturno, de luces y sombras, es hermoso. En el cielo, resalta aún más la plateada luna y aquí abajo, las sombras.
En ese marco ambiental, sin pretenderlo, hallo cierta tristeza en el corazón, pues en mi ser hay más sombras que luces.
La grandeza del entorno despierta mi anhelo esencial e intuyo que ese deseo de eternidad no se colma con nada material. No sé cómo, pero sé que el misterio de mi alma trasciende al mundo.
La bella luna es la culpable de despertar en mí el misterio del ser.

Pero hay algo más. Recuerdo a un maestro emocionándose en decir que mi esencia ha sido pensada por Dios, y que, si le dejo hacer, Él toma las riendas de mi vida, que Él toma cartas en mis asuntos… Pero también es cierto que no siempre le dejo hacer al Señor. Ahora mismo, contemplando la plateada luna, tengo sentimientos encontrados de alegría y tristeza; emociones salvajes e indomables que afean mi rostro…

Por otra parte, los cerros arequipeños son desérticos, sus plantas y sus arbustos siempre están sedientos. También las calles y los edificios, de hormigón y fierros, son desiertos que no necesariamente llenan el corazón. Entre tantos avances tecnológicos que alegran a todos, también hay tristeza, soledad, silencios y ambigüedades.

 

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Amigo lector: a pesar de tus bajezas, hay algo grandioso que no debes olvidar: que tu vida poco lograda y tu mediocridad son precisamente los lugares de tu encuentro con Él. Por ejemplo, anhelas una bonita sociabilidad, pero, es frecuente que las relaciones humanas sean duras y frías… Es que ningún humano da total seguridad… Son amores que pueden enfermar, traicionar, morir. Para darnos una bonita sociabilidad, tomando condición humana, el Hijo de Dios vino a transformar tu historia personal… Venciendo la muerte, crea y restaura la oscuridad, el sinsentido y el pecado de Adán que hay en ti.

Finalmente, es precisamente en tus desiertos existenciales dónde debes experimentar la novedad creadora de Dios; es precisamente ahí, donde debes ofrecerle tus oscuridades para resplandecer con Él.

El Misti, colosal testigo de mis anhelos, alza su silueta hacia un cielo que parece fundirse con el mar de plata. La luna, luminaria celestial, desvela los secretos de mi ser, iluminando mis sombras y realzando mis esperanzas.

Gracias, Arequipa, por ser mi confidente. Gracias, Misti, por ser mi guía. Y gracias, luna, por iluminar mi camino.

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