UN DIA COMO HOY 28 DE JULIO

por Luis Echegaray Vivanco
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Reinicio

Era en Lima una mañana de sábado, 28 de julio de 1821, lluviosa, nublada y fría. San Martín despertó temprano. Como lo hacía desde hace tiempo, tomó su consabido trago de láudano, para sus molestias estomacales. Siguió con un frugal desayuno y empezó el viejo ritual de ponerse su uniforme de Gala. Ese 28 de Julio, debía cumplir las promesas que había hecho al joven gobierno argentino, pero por sobre todo a dos colegas peruanos con los que había hecho más que camaradería militar, amistad. Libertar al Perú del yugo español, último enclave de la corona íbera en américa. Se trataba del General Toribio de Luzuriaga (Huaracino) e Ignacio Álvarez Thomas (Arequipeño) ambos, peruanos, tuvieron rango de Jefes Militares y de Estado en la naciente Nación Argentina. Durante la égida de Luzuriaga se conformó el ejército de los Andes (ejército libertador de Chile y Perú)

LA CEREMONIA

La proclamación había sido pactada para la mañana del sábado. A eso de las 10 de la mañana salió San Martín del Palacio de los Virreyes formando parte de una impresionante cabalgata, encabezada por:

– Los dignatarios de la Universidad de San Marcos con sus sobresalientes bonetes doctorales.

– Los altos prelados de la Iglesia y los priores de los conventos

– Los altos jefes del ejército Libertador, seguidos por los titulados de Castilla (nobles con títulos concedidos en España) y los poseedores de un hábito de las órdenes militares españolas (los más importantes eran los Caballeros de la Orden de Carlos III).

– Los oidores de la Real Audiencia de Lima.

– Los regidores vitalicios del cabildo de Lima.

A continuación, José de San Martín, flanqueado a su izquierda por el Conde de San Isidro (alcalde del Cabildo limeño) y a su derecha por el Marqués de Montemira, (Crnl de los RR EE y cabildante) quien portaba en lugar del estandarte real la bandera peruana creada por el Libertador en Pisco.

Detrás de estas autoridades marchaban:

-El Conde de la Vega del Ren, el estado mayor y los altos comandantes del ejército; el pelotón de húsares, vestidos de gala, los alabarderos del Rey, con todas las insignias reales de España.

Las calles aledañas estaban ocupadas por las tropas en formación. En los lugares libres y en las aceras, se agolpó la población de la ciudad. 

El cortejo llegó a un enorme tabladillo que había sido levantado en la Plaza de Armas. Las autoridades ocuparon sus sitios en él y el Marqués de Montemira le entregó la bandera a su creador. San Martín la recibió y, tremolándola ante la multitud, pronunció su famosa oración: 

“El Perú es, desde este momento, libre e independiente por la voluntad general de los pueblos, y por la justicia de su causa que Dios defiende”. 

En ese momento se lanzaron unas vivas cuando el Libertador coge el pendón con la diestra, y, alzándolo, extendiéndolo y batiéndolo remató repetidas veces: 

¡Viva la Patria! 

¡Viva la Libertad! 

¡Viva la Independencia!

 Los cañones disparaban sus salvas y las iglesias echaban a repique sus campanas. Don José sintió que la emoción lo embargaba y pensó que ya no era un jefe rebelde, sino el Libertador del corazón del Imperio español en Sudamérica. El encargo de Luzuriaga estaba hecho.

Luego, el cortejo siguió a tres lugares más, en los que se repitió el mismo ceremonial: la plazuela de la Merced, el frontis del convento de las Descalzas y la Plaza de la Inquisición (hoy Plaza Bolívar o del Congreso). Después de hacer este circuito, que duró 3 horas, el Libertador y sus acompañantes volvieron a Palacio para recibir a Lord Cochrane, quien acababa de llegar del Callao.

Basil Hall (jefe del escuadrón de la Real Armada Británica en el Pacífico),  dice: “La ceremonia fue imponente. El modo de San Martín era completamente fácil y atractivo sin que hubiese nada en él de teatral o afectado, mostraba su aspecto acostumbrado de atención y buena voluntad para todos los que le rodeaban”.

En todo el recorrido de la reluciente comitiva fueron alzados arcos triunfales, ornados de flores y rosas artísticamente confeccionados; el que sobresalió entre todos ellos fue el que mandó confeccionar el Tribunal del Consulado, el gremio que agrupaba a los grandes comerciantes del antiguo Virreinato peruano (lo que vendría a ser hoy la Cámara de Comercio). La Casa de la Moneda acuñó medallas conmemorativas y el Colegio de Abogados fue el encargado de arrojar dinero sobre la multitud congregada frente al Palacio de los Virreyes (también, como en las grandes festividades virreinales).

LA CORRIDA DE TOROS

Por la tarde se realizó una colorida corrida de toros. Don José cruzó el puente de piedra sobre el Rímac y, al entrar en la Plaza de Acho, al compás de la banda de música, fue saludado por el público con una gran ovación. En el cartel de la fiesta, un poema lo agasajaba:

Tú que eres el objeto

de tan solemnes pompas,

San Martín, las delicias,

de la América toda,

admite grato el culto

Que Lima, fiel y heroica,

te consagra rendida,

te tributa obsequiosa.

LA FIESTA

Por la noche, se encendieron todos los faroles y teas de la ciudad. Paralelamente, en los amplios salones del Cabildo limeño se desarrollaba una recepción versallesca, con la concurrencia de lo más selecto de la sociedad capitalina, en tanto que San Martín, así como sus altos oficiales, lucían sus mejores galas. El baile, al más puro estilo cortesano, se prolongó hasta muy entrada la noche. Cabe destacar que el que preparó el banquete de esa noche fue un cocinero italiano, un tal Giuseppe Coppola, quién había llegado al Perú como cocinero del virrey Fernando de Abascal y luego se quedó, abrió su restaurante, el más importante de la época, y el primer servicio de “catering” al organizar recepciones por encargo fuera de su local.

Se cuenta que esa noche San Martín conoció a la bella Rosita Campuzano, patriota que complotó contra los españoles en favor de la causa de San Martí. Más tarde sería el amor prohibido del libertador  en Lima.

La Gaceta de Lima informó así del baile: “La asistencia de cuantos intervinieron en la proclamación de la mañana; el concurso numeroso de los principales vecinos; la gala de las señoras; la música, el baile, y, sobre todo, la presencia de nuestro Libertador, que se dejó ver allí mezclado entre todos, con aquella popularidad franca y afable con que sabe cautivar corazones; todo cooperaba a hacer resaltar más y más el esplendor de solemnidad tan gloriosa”.

EL DIA SIGUIENTE

Al día siguiente, domingo 29 de julio, las celebraciones continuaron. Por la mañana, ofreció un Te Deum el arzobispo de Lima, Bartolomé de Las Heras, así como también una misa de acción de gracias (en esta misa, ocupó el púlpito, para ensalzar y comentar el grandioso acontecimiento del día anterior, uno de los oradores religiosos más notables de la época, Fray Jorge Bastante, padre lector de la orden de San Francisco). Para estos actos, el mismo séquito del día anterior siguió, de ida y vuelta, la ruta del Palacio de los Virreyes a la Catedral metropolitana. Después, los miembros del Cabildo se reunieron en el palacio y juraron por Dios y por la Patria mantener y defender con su fama, persona y bienes la independencia del Perú, del Gobierno de España y de cualquier otra dominación extranjera.

Este juramento fue hecho por todo habitante respetable de Lima, de modo que en pocos días las firmas de la declaración de la independencia llegaban a cerca de 4 mil. Se publicó en una gaceta extraordinaria y circuló profusamente por el país, lo que no solamente le dio publicidad a la decisión de los limeños, sino que comprometió profundamente a quienes hubieran agradado que su adhesión a la medida hubiera permanecido ignorada.

LA FIESTA DE SAN MARTIN

Y, para retribuir atenciones, San Martín organizó otro baile de gala, esta vez en los salones del palacio virreinal, de cuya alegría participó él mismo. Bailó y conversó con todos los que se hallaban en el salón, con tanta soltura y amabilidad que, de todos los asistentes, él parecía la persona menos embargada por cuidados y deberes. Estaba también allí, deslumbrante por su belleza; una vez más Rosita Campuzano, se entreveía ya el amor del Libertador. Fueron días de fiesta para el Perú y de locura para todos. La hacienda de Mirones y el palacio virreinal fueron testigos de los amores de Rosta. Como cuenta la historia oficial, meses después el general se la llevaría a la casa campestre de La Magdalena, donde hoy queda el museo de Pueblo Libre. Aquel lugar era el único espacio donde el discreto José de San Martín podía corresponder a las provocaciones de su joven pareja sin miedo a ser descubierto.

Sin embargo, la belleza de Campusano no bastó para retenerlo por mucho tiempo. Miguel Ingunza, presidente de los sanmartinianos en el Perú, cuenta que el general tuvo que partir a Guayaquil en busca del apoyo de Bolívar, pues la situación en el país estaba muy difícil.

LANZAMIENTO DE MONEDAS

San Martín, declaró la independencia, tuvo como gesto de celebración lanzar monedas de plata especiales, para conmemorar y recordar tal evento. El cronista inglés, Basil Hall, quien estuvo presente en ese momento, describió así el momento y describió, así la moneda: “Desde el tablado en que estaba de pie San Martín y de los balcones del palacio se tiraron medallas a la multitud, con inscripciones apropiadas. Un lado de estas medallas llevaba: ‘Lima libre juró su independencia en 28 de julio de 1821’; y en el anverso: ‘Bajo la protección del ejército Libertador del Perú, mandado por San Martín’”. Pues bien, esta es una de las monedas que lanzó San Martín aquel día a la multitud y que actualmente está en manos de una coleccionista privada.

COLOFON

Desde la proclamación de la independencia en Lima en 1821 se estableció el ceremonial para celebrar el acto. Fue el mismo San Martín quien estipuló por medio de una ley que debía recordarse el día con fiestas cívicas el 26, 27 y 28 de julio de casa año aduciendo que :

“Al americano libre corresponde trasmitir a sus hijos las glorias de los que contribuyeron a la restauración de sus derechos. La memoria del gran momento en que por la unión y el patriotismo se dio la libertad a medio mundo, es el legado más sublime de un pueblo a la posteridad”.

Fin

Ver la primera parte: LIBERTADOR SAN MARTÍN (I Parte)

Ver la segunda parte: LIBERTADOR SAN MARTIN (II parte)

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