El 8 de mayo de 2025, la historia de la Iglesia Católica añadió un nuevo capítulo con nombre propio: Robert Francis Prevost. A las 18:08 horas de Roma, la blanca fumata elevó su mensaje de esperanza: Habemus Papam. Desde el balcón central de la Basílica de San Pedro, el cardenal protodiácono anunció al nuevo obispo de Roma, el Papa número 267: un hombre con corazón latinoamericano, mente universal y alma profundamente pastoral.
De Chicago a Roma, pasando por el Perú
Nacido en Chicago en 1955 y ordenado sacerdote en 1982 dentro de la Orden de San Agustín, Robert Francis Prevost abrazó muy temprano una vocación marcada por la entrega misionera. Su vida dio un giro definitivo al ser destinado al norte del Perú, donde serviría durante más de dos décadas. Allí, en tierra de arena, pobreza y fe ardiente, forjó su espíritu como pastor. Fue obispo de Chiclayo durante diez años, sembrando no solo doctrina, sino presencia viva entre los humildes.
Este vínculo con Latinoamérica le otorgó la ciudadanía peruana, símbolo de una identidad que trasciende fronteras. Conoce la Iglesia de las periferias no desde los libros, sino desde los caminos polvorientos del apostolado, donde el Evangelio se predica más con gestos que con discursos.
Pensamiento: un puente entre tradición y reforma
Prevost no es un revolucionario ruidoso, pero tampoco un custodio inmóvil. Su pensamiento puede leerse como una fidelidad creativa: firme en la doctrina, flexible en la pastoral. Durante su servicio como prefecto del Dicasterio para los Obispos (2023–2025), demostró aguda sensibilidad para reconocer líderes pastorales auténticos, no solo administradores o teólogos de escritorio. Su estilo fue directo pero fraterno; su criterio, orientado por la sinodalidad* y el discernimiento.
Cree en una Iglesia dialogante, con las puertas abiertas al mundo moderno, sin miedo al debate ni al encuentro. Ha hablado con claridad sobre la importancia de escuchar, sobre todo a los laicos y a las mujeres, y ha mostrado apertura a examinar reformas estructurales necesarias sin caer en polarizaciones ideológicas.
Predicciones para su pontificado
El pontificado de Prevost se proyecta como un tiempo de continuidad con Francisco, especialmente en temas de sinodalidad, opción por los pobres, cuidado de la casa común y reforma de la Curia. Sin embargo, se espera que imprima su sello: más discreto, menos mediático, y con un fuerte enfoque en el fortalecimiento del cuerpo episcopal y la formación de nuevos líderes eclesiales.
Algunas predicciones clave para su pontificado incluyen:
- Fortalecimiento de la sinodalidad: consolidar las estructuras de escucha y participación, especialmente tras el Sínodo sobre la Sinodalidad.
- Atención a las iglesias locales: mayor énfasis en las realidades regionales, con una Iglesia menos centralizada.
- Diálogo con el mundo moderno: continuar el acercamiento a otras confesiones, culturas y generaciones sin abandonar las raíces cristianas.
- Reforma del gobierno interno: una curia más ágil, menos burocrática, orientada al servicio pastoral.
Un Papa para tiempos complejos
Robert Prevost no es un hombre de grandes gestos, sino de grandes silencios llenos de sentido. Su pontificado comienza en un tiempo de tensiones globales, polarizaciones internas y retos eclesiales profundos. Y sin embargo, su figura transmite paz, como quien sabe que la Iglesia no se sostiene por las estrategias humanas, sino por la gracia de Cristo y la fidelidad de su pueblo.
Con una mirada serena, un español impecable y un corazón agustiniano, el nuevo Papa asume el timón de la barca de Pedro. Muchos lo ven como un pastor de la esperanza, capaz de acompañar, discernir y renovar sin romper. Un Papa que viene del sur global, pero que ha leído al mundo con los ojos de todos.
Habemus Papam. Y con él, una nueva etapa se abre, entre el susurro del Espíritu y el clamor de los tiempos.
* Sinodalidad es el camino común de escucha, diálogo y discernimiento que recorre toda la Iglesia, donde clérigos y laicos caminan juntos guiados por el Espíritu Santo para tomar decisiones en comunión.