VAMOS A LAS OLIMPIADAS

La expectativa era grande en Abancay. Así como esperábamos ver el nuevo récord en las olimpiadas que seguíamos cada cuatro años por la televisión, también seguíamos con atención la tradición de La Salle, que cada año organizaba las Olimpiadas del Instituto Superior Pedagógico.

“Alguien le ganará en cien metros al flaco Bravo?”. Las tribunas del estadio El Olivo se llenaban para ver las diversas competencias. Cada año de estudios de los cuatro que tenía la carrera de Educación, buscaba a sus mejores representantes para las carreras de atletismo y para organizar sus equipos de fútbol, básket y voley, que durante una semana competían en búsqueda de la gloria.

Las Olimpiadas de La Salle, trascendían al Instituto. Tal vez por eso y luego de las Olimpiadas de Los Ángeles 1984, a los hermanos Gallardo, que tenían el primer instituto de inglés en Abancay, se les ocurrió organizar Olimpiadas convocando a los jóvenes de la ciudad que se organizaron por barrios y clubes para la competencia. Hubo una gran convocatoria. Incluso, se innovó con una maratón que tenía la ruta de ida y vuelta hasta el puente colonial Pachachaca.

Si algún año todo Abancay estuvo presente en las olimpiadas fue 1984. Primero con la competencia de los estudiantes de La Salle, donde mis hermanos Giovanni y Juscelino participaban como integrantes del primer año. Tal vez por eso recuerdo con mayor atención ese año. Estar en el estadio y a veces cerca de las estrategias de los equipos, me puso como testigo del equipo de segundo año, cuando su representante en los 800 metros planos que había salido a gran velocidad al inicio, fue relegado a mitad de la competencia quedando finalmente en el último lugar. Tulio Tecsi, un estudiante que se había mantenido callado intervino al final: “Yo advertí que las competencias largas son estratégicas, hay que salir despacio y rematar al final”. Su gran intervención sirvió para que le inscribieran en los 1600 metros que representaban cuatro vueltas en el campo del estadio. La Barra estaba entusiasmada y Tulio salió casi a trote con su estrategia teórica, cuando a la segunda vuelta parecía muy relegado, con la palma abierta de su mano derecha al pasar por la tribuna principal, le pedía tranquilidad a la barra que ya comenzaba a reclamar. Cuando a la tercera vuelta aceleró fue demasiado tarde y estuvo lejos de alcanzar a los demás competidores, tan lejos que aprovechó el pasar por la puerta de salida del estadio y se fue antes de llegar a la meta.

Los hermanos Gallardo organizaron competencias para todos los gustos. Incluso la final de “Pulseo” fue en los estudios del canal de televisión local. El equipo del barrio de Pueblo Libre había aprovechado la llegada de un fisicocultirista que estaba por unos días en Abancay y pudo llegar a la final teniendo como competidor al chino Bueno. Incluso esa final fue infartante, porque cuando parecía que la competencia era pareja, el fisicoculturista hizo un movimiento raro para ganar. El reclamo “que había levantado el codo” fue cada vez más airado en el set de televisión de la avenida Seoane, y el chino tuvo que recibir indignado “la medalla de plata”.

Aún a la salida y en la bajada hacia El Olivo, la discusión entre los equipos continuaba. El pequeño James, hermano del chino, se sumaba a la indignación: “Sí levantaste el codo… yo he visto pe!!!”.

Fue el año de las Olimpiadas. Cuando la piscina Ochoa tuvo la mayor cantidad de gente en su historia para ver la competencia de natación, cuando por primera vez los chiquillos de primer año campeonaron en basket en las Olimpiadas de La Salle y cuando Giovanni le ganó en cien metros al invencible flaco Bravo.

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