Por el año 98 del siglo pasado, tuve la oportunidad de conocer a los indios Yanomami. ¿Quiénes son? Los Yanomamiö o Yanomami son una etnia indígena que habita la parte norte de Brasil, en la frontera con Venezuela. Yanomami en su idioma significa “errante”; ellos son nómades y cambian constantemente de lugar. En un espacio determinado y cerca al rio construyen una “maloca” (vivienda), generalmente de forma circular, erigida sobre troncos de árboles y techo de palma, en el que pueden convivir hasta 300 personas; cada familia se congrega alrededor de un fogón y tiene el número de hamacas de acuerdo al número de componentes de la familia; entonces para saber ¿Cuántas familias tiene una maloca? solo se debe contar el número de fogones alrededor de la maloca; su alimentación está constituida por animales, peces y frutos del lugar, un aspecto importante para ellos es que todo aquello que se mueve se come.
Para comunicarme con ellos sólo era necesario aprender unas cuantas palabras como: Mausi que significa plato; mauba agua; tushawua jefe o mago, y joshimi malogrado, feo, foremú mentiroso y vejedi verdad; palabras mágicas que nos permiten conocer el estado emocional de las personas y ponernos en contacto con ellos. Lo más importante de esta etnia es que está entre las más primitivas del mundo actual, es decir no conocen ni la sal ni el azúcar, así; está prohibido a los visitantes siquiera ofrecerles unas galletas porque contienen azúcar y les produciría caries dental si las consumen.
Para cazar animales, utilizan la planta llamada “curaré”, la misma que se impregna en la punta de las flechas; este veneno paraliza progresivamente al animal. El curaré es preparado por uno de los sabios de la comunidad, mientras prepara esta sustancia, nadie puede tener relaciones sexuales por tres días. El uso del achiote es una consigna espiritual; al bosque sólo pueden ingresar con la cara pintada por respeto a los espíritus, y, las mujeres, cuando tienen deseo de un encuentro sexual, pintan todo su cuerpo con el fruto del achiote.
Los hombres están desnudos, llevan un cintillo rojo alrededor del prepucio -lo más vergonzoso para un hombre es que alguien vea el glande- y luego se ata a la cintura. Las mujeres adornan su cara atravesando con un palito pequeño su tabique nasal y las comisuras de sus labios. En la sociedad Yanomami, la mujer no tiene valor y está supeditada al hombre, por tanto, puede ser prestada a otros. Durante el embarazo no tienen intimidad desde el inicio hasta que el niño tenga tres años de edad, y es así como se controla la natalidad.
Cuando algún miembro de la comunidad fallece, todos se pintan de negro la cara, pero si va haber pelea con otra comunidad, todos los hombres se pintan el cuerpo de negro. Son usuales las rencillas entre comunidades debido principalmente al robo de mujeres. Las relaciones sociales entre comunidades se dan a través de invitaciones; una invitación es llamar a otra comunidad para que disfrute de un área donde hay plátanos; luego en la noche se reúnen para dar a conocer las noticias de cada comunidad a través de dos reporteros, cada reportero hace un círculo en el suelo alrededor de su cuerpo y emite mensajes cortos a manera de noticias y el otro busca una palabra de su discurso para repetirla; esta actividad se da durante la noche y participa toda la comunidad.
Ante la presencia de enfermedades, los chamanes utilizan sustancias alucinógenas en polvo preparadas exclusivamente por los expertos. Para comunicarse con los espíritus, utilizan una caña hueca y a través de ésta otro chamán sopla a la nariz del que ejercerá la curación; ellos consideran que la enfermedad es un espíritu del mal y no creen que las pastillas puedan curar a las personas.
Una de las costumbres de esta etnia es la práctica del canibalismo endogámico, como un ritual sagrado; cuando una persona muere, es envuelta en hojas de plátano y llevada por 8 a 10 meses a un lugar alto; donde el cuerpo se descompone; al cabo de ese tiempo se desarrolla una masiva ceremonia funeraria, en la cual, en primera instancia, se ofrece los huesos más importantes a los familiares cercanos, luego se incinera el cuerpo; con las cenizas se prepara el “mingao” (sopa de plátano), ellos creen que en los huesos reside la energía vital de una persona muerta y que al ingerir sus cenizas la reintegra al grupo familiar; durante el banquete los adolescentes bailan rituales durante toda la noche.
En la frontera de Brasil con Venezuela, hay una comunidad llamada Homoxi, en el cual existe un Puesto de Control denominado FUNAI, que son siglas de Fundación Nacional do Indio; ellos reportan cualquier incidencia de estas comunidades, así, si se enferma un yanomami, inmediatamente viene una avioneta y trasladan al enfermo al hospital de Boa Vista capital del Estado de Roraima y cuando está restablecido el paciente retorna a su comunidad.
Tuve oportunidad de observar que un niño se accidentó porque le cayó un árbol encima, por la gravedad del caso lo llevaron hasta Brasilia para su tratamiento; el niño, al cabo de 2 años, regresó a Homoxi, era un auténtico niño brasilero, con todas sus costumbres; tomaba sus alimentos con nosotros y estaba muy bien, hasta que llegaron sus familiares y se lo llevaron; fue una escena sumamente triste porque el muchacho no quería regresar a su comunidad, porque ya hablaba muy bien el portugués y tenía entre manos un carrito de juguete; cómo lloraba hasta perderse en la espesura de la vegetación.
El mal endémico de esta región es la malaria, razón por la cual acompañé a mi esposa que era enfermera contratada por Médicos Sin Fronteras. Para llegar a los Yanomami hay que tener permiso especial del gobierno brasilero, de otra manera no es posible ingresar. La ruta que emprendí para llegar a los Yanomami fue: Lima-Iquitos- Tabatinga- Manaos- Boa vista- Homoxi, utilicé como medio de transporte el avión y la avioneta.