¿CODICIA O BIENESTAR? LA INTERSECCIÓN DE LAS MOTIVACIONES HUMANAS

por Carlos Antonio Casas
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¿Qué mueve a las personas a actuar de una forma u otra?

¿Qué factores influyen en las decisiones que toman los gobernantes?

Estas son algunas de las grandes preguntas que se han planteado filósofos, psicólogos, sociólogos y otros estudiosos a lo largo de la historia. Las motivaciones humanas son muy diversas y dependen de múltiples variables, como la personalidad, la cultura, el contexto, las necesidades, los valores, las creencias, las emociones, etc.

Es complicado, pero a pesar de ello, se pueden identificar algunos tipos de motivaciones comunes a la mayoría de las personas, que tienen un impacto en la vida social y política.

En artículos anteriores, tratamos acerca de el poder, el dinero y el sexo, tres fuerzas poderosas que influyen en la conducta humana. El Poder, que representa la capacidad de influir, controlar o tomar decisiones. El deseo de poder puede impulsar a las personas a competir, liderar y alcanzar metas. pero su búsqueda a veces lleva a la corrupción y la explotación. El Dinero, que es un medio para satisfacer necesidades y deseos. La búsqueda de riqueza puede motivar a trabajar arduamente, invertir y prosperar, pero también puede generar avaricia y desigualdad. El Sexo, una fuerza biológica y emocional. La atracción sexual motiva la búsqueda de parejas, la reproducción y la conexión emocional. pero su mal uso puede llevar a relaciones tóxicas y adicciones.

Nadie duda que el poder, el dinero y el sexo son impulsos fundamentales en la experiencia humana, y su manejo consciente determina nuestro camino hacia la realización o la perdición, mas no vamos a reincidir en el tratamiento de este tema, hoy hablaremos de otro tipo de motivaciones, las que se basan en el bien común y las que se basan en el bien individual.

  • El bien común: Esta motivación basada en el interés por el bienestar de la comunidad, la justicia, la solidaridad, la cooperación, el respeto, la tolerancia, etc. implica un compromiso con la sociedad y una responsabilidad con el medio ambiente. Las personas que se guían por esta motivación suelen tener una alta autoestima, actitud positiva, visión crítica y capacidad de empatía. Cuando las autoridades se inspiran en esta motivación, buscan el desarrollo humano, la equidad, la participación, la transparencia, la rendición de cuentas, etc. Indubitablemente, a la larga se ganan el respeto, la confianza y el apoyo de los ciudadanos, por su contribución a la armonía, la paz y la democracia.
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  • El bien individual. Esta motivación, se basa en el interés personal, es decir, en el beneficio propio, el placer, el poder, el prestigio, la seguridad, la competencia, el reconocimiento, etc. Implica la búsqueda de la satisfacción individual y una valoración de los resultados, no siempre enfocados en el individuo, pues muchas veces su enfoque está en la familia, en el bienestar de los suyos. Las personas que se guían por esta motivación suelen tener una alta autoeficacia, una actitud proactiva, una visión estratégica y una capacidad de adaptación. Las autoridades que se orientan por esta motivación persiguen el crecimiento económico, la eficiencia, la innovación, la competitividad, etc. Deben enfrentar la exigencia y la evaluación de los ciudadanos. Es lícita y moral, siempre que no se vaya al extremo, que se denomina codicia, el deseo insaciable de poseer más y más bienes materiales, sin importar los medios ni las consecuencias.

La codicia es una pasión negativa que se opone al bien común y que genera múltiples problemas tanto para el individuo como para la sociedad. La codicia ha traído consigo muchas consecuencias negativas, tanto para las personas como para la sociedad y es la más grande y la peor herencia que nos dejaron los invasores españoles, que vinieron motivados solo por ella.

La codicia

Para entender la codicia, primero debemos entender que la motiva.

El oro y las joyas preciosas son dos de los materiales más codiciados por el ser humano desde la antigüedad. Su belleza, su brillo, su escasez y su durabilidad los convirtió en símbolos de riqueza, poder y prestigio. Luego se inventó el dinero, cuando las transacciones se basaban en el trueque, intercambiando bienes o servicios directamente. El problema era que quienes interactuaban no siempre coincidían en intereses y necesidades. El dinero facilitó eso, al eliminar la necesidad de coincidencia de necesidades, a eso se le llamó comercio. Hoy, el dinero es un activo ampliamente aceptado como medio de intercambio en transacciones. El dinero y la riqueza están entrelazados: uno es el medio, el otro es el resultado.

A lo largo de la historia, la riqueza, es decir el oro, las joyas preciosas y el dinero, han sido motivo de guerras, saqueos, explotación, esclavitud, corrupción y violencia. Muchas civilizaciones fueron invadidas y destruidas por su posesión, como los aztecas y los incas por los españoles, o los africanos por los europeos. Muchas personas han sido sometidas, esclavizadas y obligadas a trabajar en condiciones infrahumanas para extraer riqueza, como los mineros del Congo o los niños de la India. Muchas otras han sido engañadas y estafadas por su valor, como los alquimistas o los falsificadores. El oro y las joyas preciosas no son más que objetos inertes, que no tienen vida ni sentimientos, peor el dinero, que por si solo, no vale nada. Sin embargo, muchas veces han costado más que las vidas humanas, que son únicas, irrepetibles e inestimables.

Buscar la riqueza no es malo, pero cuando se hace en exceso es dañina, sobre todo cuando se convierte en el único objetivo de vida, por encima de nuestros otros valores y principios. Cuando esto sucede:

Enajena al sujeto, es decir, lo hace perder su identidad, su libertad, su autonomía y su sentido de la realidad. El codicioso se convierte en un esclavo de sus posesiones, y se olvida de sus valores, sus principios, sus sentimientos y sus relaciones. El codicioso se aísla y se encierra en su mundo material, y se vuelve insensible e indiferente al sufrimiento ajeno.

Genera inseguridad, es decir, provoca un estado de ansiedad, de temor, de desconfianza y de insatisfacción. El codicioso nunca tiene suficiente, y siempre quiere más. El codicioso vive en una constante insatisfacción, y se siente amenazado por la pérdida, el fracaso, la competencia, la envidia, etc. El codicioso se preocupa solo por su supervivencia, y se defiende con agresividad y violencia. El codicioso pierde la tranquilidad y el sueño pensando en que otro codicioso quiere robarle, y sufre por ello, y ni siquiera disfruta de sus posesiones al estar obsesionado con su perdida.

Deteriora la vida, es decir, afecta negativamente a la salud, al medio ambiente, a la cultura, a la ética, a la política, etc. El codicioso sacrifica su bienestar físico y mental por el afán de acumular. El codicioso explota y destruye los recursos naturales por el lucro. El codicioso desprecia y corrompe los valores humanos por el poder. El codicioso manipula y oprime a los demás por el control.

Por todas estas razones, la codicia es una enfermedad que destruye a las personas y a la sociedad, y se opone al verdadero sentido de la vida, y muchas veces, la codicia conduce a la delincuencia.

La delincuencia es un gran problema social que afecta a la convivencia, la seguridad y el desarrollo de las personas. Por eso, es necesario que los delincuentes reciban un castigo proporcional a la gravedad de sus actos. Entre todos los tipos de delincuencia, hay uno que merece la mayor severidad en su juicio: la corrupción.

La corrupción es el abuso del poder para obtener un beneficio personal, y supone una traición a la confianza de los ciudadanos, una vulneración de los derechos humanos y una amenaza para la democracia. Se ha convertido en todo un sistema, en el que obligan a todos a alinearse pues todos roban, y según dicen: «el que no lo hace es un tonto», pero los que son verdaderamente tontos son los ingenuos que se dejan llevar por los sinvergüenzas redomados que están en todos los niveles del aparato de poder. Ser corrupto, ni siquiera implica un poco de esfuerzo físico o intelectual, solo se requiere ser un gran sinvergüenza, mezquino y egoísta. Por eso, los corruptos deben ser juzgados con absoluto rigor y transparencia, quitarles todas sus posesiones mal habidas y recibir las sanciones más duras que la ley permita. Solo así se podrá combatir este mal que socava los cimientos de la sociedad.

En un estado ideal, se debería ofrecer a los delincuentes la oportunidad de rehabilitarse y reinsertarse en la sociedad, pero ¿Eso sucede en el país? ¿Las cárceles rehabilitan realmente? o son mas bien centros de alta capacitación para el crimen. De cualquier manera, lo que si son cuando el reo tiene dinero, son lugares de solaz y descanso con beneficios especiales. Un claro ejemplo de ello son las cárceles doradas de las que gozan los políticos y presidentes presos.

La lucha contra los demonios y fantasmas que llevan a la corrupción.

La vida no se mide por lo que se tiene, sino por lo que se es, por lo que se hace, por lo que se comparte, por lo que se ama.

La vida vale más que el oro y las joyas preciosas, porque la vida es amor, es arte, es cultura, es naturaleza, es libertad.

La vida tranquila, honesta y en paz vale mucho más porque es única, irrepetible e inestimable.

Por eso, es importante reflexionar sobre el verdadero sentido de la vida, y no dejarse cegar por la codicia y el materialismo, y no ser «un tonto útil» al servicio de los pillos.

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