CULTURA EN TIEMPOS DE WI-FI

por Carlos Antonio Casas
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Reinicio

Música, Libros y el Poder de Pensar en un Mundo Ruidoso

Vivimos en un mundo lleno de ruido: notificaciones, titulares, tonos de llamadas estridentes, bips, vibraciones, parpadeos y pantallas que no paran, y peor aún si salimos afuera o abrimos las ventanas, los bocinazos, gritos y bulla callejera parecieran querer volvernos locos.

En medio de tanto alboroto, hay dos cosas que nos ayudan a encontrar calma y a pensar con claridad: la música y la literatura. No son solo entretenimiento; son como puentes que conectan nuestra mente con algo más grande, algo que nos hace más humanos.

La música es un idioma sin palabras. Puede tocarte el corazón aunque no entiendas cómo ni  por qué.

Una canción suave o una melodía intensa te enseña a escuchar con atención, a notar lo pequeño y lo hermoso. Es como si, por un momento, el mundo se detuviera y pudieras sentir lo que de verdad importa.

 

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La literatura, en cambio, te da palabras para entenderte a ti mismo. Un buen libro te hace preguntar, dudar y soñar. Te muestra que el mundo no es solo lo que ves, sino lo que imaginas y cuestionas.

Juntas, la música y los libros son como agua para una planta: nutren la mente poco a poco, sin hacer ruido, pero con una fuerza ciclónica que cambia todo. 

Por eso, las personas más teóricas, es decir, los grandes pensadores de la historia, como Sócrates o Platón, amaban el arte. Para ellos, la belleza no era solo algo bonito; era una manera de acercarse a la verdad. Y la verdad era lo que los hacía libres.

Pero hoy, todo va muy rápido. En lugar de pensar, repetimos opiniones. En lugar de disfrutar, consumimos. Muchos programas, películas o canciones se hacen solo para distraernos, no para inspirarnos. Y cuando no pensamos, cuando no leemos ni escuchamos con el corazón, nos volvemos más fáciles de engañar.

Sin ideas propias, otros deciden por nosotros.

Por eso necesitamos la cultura, volver a la cultura, una restauración del espíritu. No una vuelta romántica al pasado, sino una siembra paciente del porvenir. No se trata de ser expertos en arte o de saberlo todo. Se trata de leer un libro y pensar en lo leido, de escuchar una canción que nos mueva por dentro.

Educar no es solo enseñar a usar herramientas, sino enseñar a pensar. Leer no es un lujo, sino una necesidad. Escuchar música no es una forma de matar el tiempo, sino de redimirlo.

Y tal vez, si volvemos a escuchar a Beethoven como quien escucha a Dios murmurando, o a leer a Borges como quien desentierra un mapa del infinito, entonces la cultura dejará de ser un adorno y volverá a ser lo que siempre fue: el cimiento invisible de la libertad, el alimento secreto del pensamiento, y la música callada que hace bailar al alma en medio del caos.

La cultura no es un lujo, es una necesidad. Nos ayuda a pensar, a ser libres, a construir un futuro mejor. 

Porque solo los pueblos que piensan son dignos de su historia. Y solo los que cantan, leen y sueñan, pueden construir un futuro que no sea de hierro, sino de luz.

Y claro, hablamos de libros, de música, de pensar… como si eso importara. Como si entre tanto scroll, tanto algoritmo y tanto “like” alguien todavía tuviera tiempo de detenerse a escuchar un cuarteto de cuerdas o a leer a un muerto ilustre.

Al final, es como gritar contra el viento: ¿quién nos escucha? Quizá solo el eco… o quizás, y ojalá, alguien que todavía sepa lo que es el silencio.

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