DEVOCIÓN DEL PUEBLO, INDIFERENCIA DEL PODER

El Señor del Santo Sepulcro y su Madre, la Virgen Dolorosa, salieron en procesión… y algunos se escondieron tras sus propios sepulcros

Hoy, como cada año, el Señor del Santo Sepulcro recorrió las calles de nuestra ciudad, acompañado por una multitud fervorosa que, entre rezos y silencios, vistió de fe y devoción la Semana Santa. No fue solo una procesión: fue una manifestación viva del alma católica de nuestra comunidad, que no se dejó distraer por la tentación del descanso vacacional ni por el canto de sirena de las playas y las cervezas.

Hubo recogimiento. Hubo reflexión. Hubo corazones abiertos. Y también, claro, hubo ausencias que hablan más fuerte que cualquier sermón.

Recibieron bendiciones muchos hermosos altares erigidos por familias y negocios en todo el trayecto. También se rindió homenaje al Señor y a su Santa Madre en el penal de Abancay. Los internos, desde su encierro, dieron una lección de libertad espiritual a muchos que, aunque andan sueltos, viven presos de su indiferencia.

Asimismo, la Policía Nacional del Perú, en su local de la Región Policial, ofreció un homenaje digno y sentido, demostrando que la fe no es incompatible con el uniforme. Tanto el INPE como la Policía Nacional proporcionaron cuadrillas que cargaron las andas del Señor y la Virgen con profunda devoción, recordándonos que cuando hay voluntad, también hay servicio desde el corazón.

Pero hubo silencios que gritaron. La Municipalidad y el Poder Judicial brillaron… por su ausencia. ¿Será que tienen el alma tan pura que no necesitan postrarse ante el Sepulcro? ¿Será que sus conciencias están tan en paz que no les remueve el paso del Redentor? O tal vez —solo tal vez— no se presentaron porque saben que los espejos no perdonan, y este Señor crucificado los confronta con sus propios pecados de omisión y conveniencia.

Y del Gobierno Regional… mejor ni hablemos. No hubo delegación, ni ofrendas, ni flores, ni un mísero gesto simbólico. Nada.

Al parecer, para las autoridades, si no hay presupuesto que raspar, viático que cobrar o licor que brindar, simplemente no existe el evento. La fe no entra en sus planes de gestión. No hay licitación para el alma, ni adenda para la conciencia.

Además de su actitud, esta su negligencia. La ciudad está llena de esas colgandijas baratas que pusieron en muchas calles por donde pasó el malhadado evento denominado «Apu Tusuy». Ellos, como autoridades, debían saber que la norma dice: (Ley N.º 31595 y D.S. N° 007-2024-MTC ) «Se debe evitar el cableado con la parte más baja del mismo por debajo de los cinco (05) metros de altura para cables que crucen la calzada, o cuatro (04) metros de altura para cables que van por sobre la acera. Asimismo, se debe retirar el cableado colgante con un extremo sin conectar». Esta norma se aplica también a los elementos decorativos. ¿Hasta cuando estará ahí esa maraña de basura aérea?

La procesión pasó, y el Señor del Santo Sepulcro volvió a descansar. Pero los que se escondieron de Él, en vida siguen sepultados en sus tumbas de egoísmo, tibieza o simple desdén. Y esos sepulcros, lo sabemos, son más oscuros que el de Jerusalén.

En un tiempo donde la indiferencia se ha convertido en ley no escrita, la pérdida de valores en norma social, la decadencia espiritual en epidemia silenciosa, y la corrupción en práctica sistemática, los ritos católicos y las procesiones cobran un valor más que simbólico: son el latido profundo de un pueblo que, pese a todo, no quiere perder su alma.

Las procesiones no son solo un desfile piadoso ni una costumbre del pasado. Son puentes entre generaciones, recordatorios vivientes de que aún existe el bien, aún hay redención, aún se puede volver a empezar. Reunirnos en torno a Cristo y su Madre Dolorosa es un acto de resistencia espiritual frente a un mundo que pretende que todo da igual, que nada importa.

Hoy más que nunca, los pueblos necesitan nutrirse de lo sagrado para no morir de lo banal.

Elevamos nuestras plegarias para que el Señor del Santo Sepulcro y la Santísima Virgen toquen los corazones de esas malas autoridades, ausentes no solo en cuerpo, sino en espíritu. Que el eco de esta procesión resuene en sus conciencias, y los haga más humildes, más sensibles, más coherentes con la fe del pueblo que dicen representar. Porque solo un corazón tocado por Dios puede servir con verdad.

Fotografía: Carlos Augusto Herrera

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2 com.

Tany Pinto Sotelo ( intinpa) 19/04/2025 - 4:32 am
" Epidemia Silenciosa ... Decadencia Espiritual " es una frase poética , profunda, concluyente e integral que hacemos fervoramente nuestra con perdón de su autor, Carlos Casas Suárez, nuestro director de PERUANISIMA. Es un mensaje espejo, motivador que pica, pinza, critica , reflexiona, alude y exhorta , no necesariamente al acompañamiento profesional de Semana Santa ( dicho sea de paso, máxima expresión de la conjunción religiosa del pueblo cristiano católico ) sino también, como corolario de conducta cotidiana indiferente, hedonista, superficial anodina y repleta de anomia mayormente de autoridades que, de pueblo creyente. El clamor del director es también propio sentir; si, ante el recuerdo de la * Entrega de Amor absoluto hasta la muerte del Hijo de Dios por el Hombre " no hay conmoción, ni reconciliación, ni arrepentimiento, entonces, estamos ante una realidad más que preocupante, que, obviamente dadas las circunstancias, si acaso no se enderezan , terminaremos por perdernos absolutamente, arrastrando lamentablemente por el camino, a las generaciones que nos siguen. Que la Pasión de Cristo inmolado en la Cruz y la desolación de María nuestra Madre, sean luz y remedio para sanar el alma , revertir el caos , limpiar el marasmo nacional . Que la exhortación de Carlos nos alcance ; que podamos reanimar la Fe en Dios y en la propia patria, que , conscientes de nuestras propias responsabilidades , podamos reencontrar el camino hacia una Cultura de Paz peligrosamente abismal. Que Dios tenga Misericordia del Perú.
Carlos Antonio Casas 19/04/2025 - 4:47 am
Con gratitud y profundo respeto, abrazo sus palabras, Tany. Coincidimos en el dolor, la esperanza y el anhelo de conversión. Que Dios toque nuestras almas y sane esta nación herida.
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