246
El cuerpo humano
¿Te has parado un momento a pensar en lo increíble que es tu cuerpo?
No hablo solo de lo que ves cuando te miras al espejo. Hablo de ese conjunto vibrante de huesos, piel, impulsos, pensamientos fugaces, sueños de colores, carcajadas repentinas, hipos y estornudos traicioneros, mariposas en el estómago… deseos candentes y antojos de chocolate, o de un cafecito con su pan común y su cachicurpa.
Es que más allá de la superficie, somos una auténtica obra de arte viviente. Una maquinaria compleja que funciona con tal precisión, que es imposible emular ni con las mentes de todos los genios del mundo, de ahora y de siempre.
Una sinfonía de células que se entienden sin hablar, tocando al compás de una partitura exquisita demasiado perfecta como para haber sido escrita al azar.
Si te gusta nuestro trabajo y contenidos, invítanos un café. ¡ Ayúdanos a que esta luz siga encendida ! La cultura florece cuando todos la cultivamos. Yapea o Plinea al 985 513040 o haz clic en este botón: |
No son una o dos cositas que funcionan bien, mira nada más: nuestro cuerpo tiene 80 órganos, 206 huesos, más de 37 trillones de células, unos 96,000 kilómetros de vasos sanguíneos (sí, se podría envolver dos veces a la Tierra con ellos), 4,000 tendones, más de 639 músculos, 86 mil millones de neuronas, 360 articulaciones, 1,000 ligamentos y 46 pares de nervios.
¡¿Cómo cabe todo eso en un solo ser humano?!
¡Y no solo cabe, sino que trabaja perfecta y coordinadamente, como un equipo de élite! No hay margen para errores grandes. Es superior al mejor reloj suizo.
Una ingeniería que no pudo ser casual
Siendo honestos: ni el robot más moderno, ni el celular más caro del mercado, ni la inteligencia artificial más sofisticada, ni la computadora cuántica más poderosa, se acercan a lo que somos, ¡ni de lejos!.
Nada de eso respira, ni siente, ni sueña. Nosotros sí. Y lo hacemos porque cada pieza dentro de nosotros está puesta con una lógica asombrosa, como si alguien lo hubiese planeado con infinito detalle y cariño.
Porque sí, no estamos hablando solo de ciencia. Esto tiene alma de arte. De propósito. De diseño. Y es que basta con observar cómo cada sistema se comunica con el otro, cómo todo se ajusta cuando te enamoras, disfrutas un bocadito, haces ejercicio o te asustas con una tormenta eléctrica, para sospechar que hay algo —o alguien— mucho más grande detrás de todo esto.
Un recorrido por tu propio cuerpo
- El cerebro. Ese jefe silencioso. Pesa alrededor de kilo y medio, pero es el centro de control de todo. Decide si lloras con una película, si das ese paso difícil, si cantas en la ducha o resuelves un problema que te tenía loco. Maneja 86 mil millones de neuronas… y aún así, se le olvida dónde dejaste el celular.
- El corazón. El motor que nunca se rinde. Late unas 100,000 veces al día. Sin excusas. Sin «hoy no puedo» o «necesito vacaciones». No hay domingos ni feriados. Está ahí, bombeando vida con cada latido.
- Los pulmones. Esos dos gigantes silenciosos. Respiran sin que se lo pidas. Limpian, oxigenan, equilibran. Y a veces, cuando los descuidas o maltratas (por ejemplo, con el estúpido vicio del tabaquismo), hacen escándalo justo cuando te da tos en plena misa.
- El hígado. El todoterreno. Filtra toxinas, produce bilis, guarda reservas de energía, ayuda a digerir. Debería tener tres puestos y cuatro títulos universitarios. Y no se queja.
- Los riñones. Dos guardianes exigentes. Filtran unos 50 galones de sangre al día. Detectan impurezas como sabuesos y las desechan discretamente por donde ya sabemos.
- El sistema nervioso. La autopista de la información. Señales eléctricas que van más rápido que tu Wi-Fi: hasta 400 km/h. Conecta cada rincón de tu organismo, sin necesidad de emparejamientos ni actualizaciones.
- El sistema muscular y óseo. La estructura que sostiene todo y te permite pichangear, reír, caminar, abrazar, correr… o quedarte tirado en la cama, claro. Músculos, huesos y tendones tensados perfectamente, que aguantan hasta tus días más pesados.
- El sistema digestivo. El alquimista interno. Convierte chicharrones, ensaladas, helados, taparacos y café en energía. No preguntes cómo, pero lo hace. Aunque a veces se toma sus libertades… y suelta algunos gases.
¿De verdad esto fue un accidente?
Con todo lo que ves —y lo que no ves— dentro de ti, ¿puede alguien creer que esto surgió por pura casualidad?
El cuerpo humano tiene la marca de una mente superior. De una inteligencia capaz de combinar lo funcional con lo bello, lo fuerte con lo sensible, lo físico con lo emocional. Porque además de caminar, pensar o respirar, también podemos amar, odiar, imaginar, perdonar, crear… y eso no se explica solo con átomos.
Así que, cuando te mires al espejo, detente un segundo más. No te fijes solo en lo que te gusta, o no te gusta, no veas si estás gordo o flaco, o necesitas un corte de pelo. Mira más profundo. Estás contemplando la maquinaria más perfecta del universo. Una creación tan compleja como hermosa. Una mezcla de ciencia, arte y alma. La obra maestra de una inteligencia brillante que pensó en todo.
¿Casualidad? No. Providencia.
¿Imperfecto? Quizá a ratos. Pero maravillosamente humano.
Porque sí, fuiste diseñado. Con propósito, con detalle, con amor. Y cada latido tuyo lo confirma.