MI RECONCILIACIÓN CON LOS SEÑORES GATUKUCHAS

por Hermógenes Rojas Sullca
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Reinicio

(Relato de Navidad)

El año pasado se deterioraron mis relaciones diplomáticas con los gatunos techeros de mi cuadra. Pero este 2024 estamos en camino de reconciliación.

Resulta pues que estos felinos se comieron a mis pichinkitos a los que alimentábamos con alpiste en una jaula abierta para la libertad.

¿Y cómo es eso de jaula abierta?… Por cuestión de principios elementales. La Revolución Francesa. Víctor Raúl Haya de la Torre. La cárcel de tu pecho…

¿Pero eso de jaula para la libertad?… Es que inicialmente poníamos el alimento pajaril (alpiste) en espacio abierto. Venían las palomas, y se imponía la ley del más fuerte. Y el presupuesto se incrementaba considerablemente. Así que abrimos puertitas y ventanitas en la jaula, solo para que pase el cuerpecito de los pajaritos; ya no así de las palomitas. 

 

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Felices los pajarillos desayunaban, almorzaban y cenaban su alpiste en un horario casi escolarizado. Siete de la mañana, doce del día, cinco de la tarde.

Ellos nos retribuían con sus alegres cantarcillos a las cinco de la madrugada, y durante el día con sus ágiles voloteos en el patiecillo contiguo a mi biblioteca.

Eran una familia de cinco o seis gorrioncitos que, después de tomar sus alimentos se irían de paseo quién sabe por qué lugares de nuestra querida ciudad de Abancay. 

Así estaba la vida por una temporada. Pero empezaron a bajar de número. Cinco, cuatro, tres, dos… Diversas interpretaciones. Hasta que un fin de semana pude hallar la causa de las graduales desapariciones. 

Siendo sábado, me puse a leer en la puerta de mi biblioteca. Uno de estos  techeros vino y se agazapó cerca de la jaula del alpiste. Estuvo sin moverse por más de una hora con los ojos abiertos. Todo estaría calculado. Estrategia gatuna. Llegó el pajarillo sobreviviente. Aterrizó cerca de la jaula, y un segundo antes de entrar en ella fue atrapado por las garras del cazador. Se lo llevó al techo del fondo, lo desplumó y se lo comió.

Entendí todo. Sufrí un poco. Y me entraron unas ganas de venganza. Yo trabajaba en el colegio de Casinchihua, a las orillas del río. Me traje piedrecillas de canto rodado en un balde de pintura. Compré una honda en la ojotería de la calle Miscabamba. Me ubiqué en un ángulo superior esperando la venida de los gatunos que me quitaron a mis amigos pajarillos.

Y apareció por el techo uno de ellos. Puse una piedrecilla en la honda. Empecé a estirar el jebe, como empezó a estirar su arco Ulises en la noche de Penélope contra sus pretendientes.

El camino del hombre siempre tiene oportunidad para el bien o para el mal. Tú eliges. Entre matar al gato de un certero hondazo o perdonarle una de sus siete vidas, opté por lo segundo.

Muchas veces el ser humano mata por placer. Pero ese gato mató a mi pajarillo por comer. Había que ubicarse y entender el mundo con sus habitantes y sus laberintos.

Así dejé las cosas como estaban. Aunque ya no tenía a “mis” pajarillos,  mi molestia con los gatos se fue atenuando.

*

Pero en noviembre de este año, una gata techera habría parido por debajo de esas calaminas seis gatunos o gatukuchas, míseros o michelinos, michikos o t’ilticitos. Y se los trajo a un ángulo de la casa, como pidiéndonos: ¡Ayuda, por favor!

Lo triste es que al cabo de unas semanas, la madre gata desapareció, dejando en la orfandad a los gatukuchas. No sabemos si la mataron, la raptaron o ella se fue con otro amor… ¡Y no hay valor para dejar a los pequeños gatillos en el abandono!

Nuevo presupuesto. Ni qué hacer. Una parte de ellos ya fueron adoptados por familias generosas. Nos quedan dos hermanitos que nos causan gracia con sus juegos, con sus inquietudes explorativas, caminando en el patiecillo con las colitas levantadas. Ya entran a mi biblioteca, se suben al sillón y hacen lo que quieren. Los miro, sonrío y amo más la vida. Vienen corriendo, apenas oyen el sonido que emitimos para darles sus galletitas. Están lindos los t’ilticitos. Uno es gris, el otro es negro. 

Para más adelante, no sé si será gris o negra la suerte de estos gatukuchas. Lo único que sé muy bien en este momento, es que me he reconciliado con los ellos, coincidentemente por Navidad.

¡Un abrazo cristiano a todos mis lectores en estas fiestas navideñas de sencillez y unidad!

Hermógenes Rojas Sullca.

Abancay, 21 diciembre 2024.

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