ESTELA: EXPERIENCIA DRAMÁTICA EN TEL AVIV

por Efraín Gómez Pereira
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Reinicio

Estela, lambramina universal

Ha estado en el ojo de la tormenta y en la atención mundial. En Israel ha vivido un real peregrinaje, su propio peregrinaje. Como muchas personas que, fuera de su casa, de su país; enfrentan la soledad y el temor de ser víctima inocente, un dato estadístico más, del horror de la guerra, de la violencia del terrorismo internacional. 

Dos días declarada desaparecida. Incertidumbre en la familia, que pensaba lo peor. Las noticias mundiales anunciaban muertes y muertes. Los titulares de medios peruanos daban cuenta de la muerte de dos connacionales. 

En Tel Aviv, con los amigos de la dramática experiencia. 

En ese ambiente, de llamadas telefónicas infructuosas, de indagaciones sin resultados, de consultas sin respuestas, una mujer lambramina, abanquina, peruana, miró la sonrisa de la muerte muy de cerca, casi quemándole con el aliento.

Rufina Estela Pereyra Peralta, vive para contar una experiencia cinematográfica. Ha estado en medio de las llamaradas provocadas por bombazos y cohetes; metrallas y misiles que van y vienen, sin saber por qué le tocó vivir esta “aventura” dramática.

De viaje en Tel Aviv, como parte de un programa turístico que la animó salir de Oslo, en Noruega, en compañía de cuatro amigos y colegas de trabajo, se topó con las calles sedientas de sangre, como epicentro de proyectiles de ataque y defensa. Una turista metida en la guerra de la que por convicción es contraria, hacía su propio peregrinaje.

La última comunicación, antes que le den por desaparecida fue con su hermano, Dino, desde Abancay. En medio de la charla telefónica, se escucharon los traqueteos de metrallas cercanas y luego una explosión que sacudió el piso doce del hotel en el que se alojaba. Dino sintió un frío en los huesos cuando tras la explosión se cortó la llamada. Dos, tres, cuatro intentos de timbrazos sin resultados. El drama familiar, de no saber nada de nada, se extendió hasta Bolivia, Lima, Arequipa, Abancay y Lambrama, donde viven los hermanos. Cada uno en su propia preocupación, se mantenían pegados a los noticieros de televisión.

Con sus padres e hijos, en Oslo, hace varios años.

Estela cuenta, con palabras que aun aprietan el temor por lo vivido, que permaneció junto a otros turistas en los sótanos del hotel, y de allí se movilizó por varios otros lugares y tramos en busca de una salida hacia la tranquilidad, hacia la paz

Con los allegados de la congregación cristiana a la que pertenece, lograron contactar un vuelo charter que los evacuaría de Tel Aviv, hacia Oslo. Guiados por los locales se dieron con la ingrata sorpresa que el avión no podía ingresar al aeropuerto de Tel Aviv, blanco de las miras terroristas y vigilada en sus cuatro extremos. El camino era entonces, buscar al avión donde este haya podido aterrizar. En un desierto alejado en la frontera Sirio-Libanesa. 

Para llegar a la nave de salvación, tuvieron que viajar durante siete horas en la noche, sorteando temores propios de la situación; viendo cómo el cielo se teñía de colores y destellos producto de las armas de fuego que iban y venían.

Abrazados y hermanados en oraciones y cánticos, sobrevolaron el territorio ajeno, acompañados por los fogonazos y llamaradas que iluminaban la noche también ajena. Oslo y sus brazos abiertos los esperaba con el calor familiar. Aturdida aún por la pesadilla experimentada, Rufina Estela pudo abrazar como nunca, o como siempre, aunque esta vez con una especial dosis de emoción, a sus hijos Sumac Sonqo y Josué; y sentir el esperado calor de su esposo hindú, Antonny Santhyapillhay.

Mujer sencilla, luchadora 

Estela es lambramina de 67 años. Una mujer, valiente, luchadora, severa y directa en sus decisiones. Sencilla a extremos, cuando se trata de compartir la bondad, el amor y el cariño hacia su entorno familiar y amical.

Vive en Noruega desde hace cuatro décadas, donde hizo familia, hogar y trabajo.  Es Bioingeniera, y como tal docente en la universidad de Oslo y funcionaria en el hospital de la misma ciudad. Habla además del quechua y español, sus lenguas maternas; inglés, noruego e hindú. Es una lambramina universal.

Estudió medicina en Argentina, Laboratorio Clínico en Bolivia, cuyos conocimientos le sirvieron de base para alcanzar una posición importante en la Bioingeniería, en Noruega.

Querendona a mas no poder, se lleva de paseo a sus padres -ya ausentes- y a sus hermanos a recorrer el viejo continente. Y ella misma se da un salto al Perú, cada cierto tiempo para respirar aires serranos y saborear cancha con cachicurpa en Lambrama, donde canta y baila huainos y las tararea en el quechua de su niñez feliz, con Jesús y Washington, sus inolvidables padres.

Como anécdota, se puede decir que esta lambramina universal es también una mujer aferrada a la vida, a pesar de todos los percances que tuvo que sortear; como la dictadura argentina, el terrorismo de Sendero Luminoso en Perú, la crisis del Covid que la entubó casi hasta el milagro; o el bloqueo de carreteras que la sorprendió en su último viaje a Perú en enero de este año.

Estela, mujer de estatura baja, pero de corazón y templanza grandes, se muestra como una gran mujer, grande en todo su esplendor. Viva la vida, querida prima.

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